lunes, 20 de enero de 2014

ARTISTS ANONYMOUS: REBOBINANDO LAS ESTRUCTURAS

 



ARTISTS ANONYMOUS: PRETTY NEVER
GALERÍA CÁMARA OSCURA: 28/11/13-22/02/14

Gerhard Richter, preocupado por la relación entre fotografía y pintura en el incipiente mundo globalizado de los mass-media, pintó en 1972 cuarenta y ocho retratos fotográficos de personajes de los siglos XIX y XX reelaborando así la representación mimética de los retratos y difuminando la frontera entre pintura y fotografía. Así, con ese “simple” gesto de reapropiación, Richter desnudó a la fotografía de su aparente inocencia y la desenmascaró como identidad ideológica, como constructo político llamada a orientar la mirada. Total y resumiendo: que no todo es cuestión de mera reproductibilidad. En la globosfera mediática, el valor de una imagen no depende en modo alguno de la técnica para su producción/reproducción, sino que, como el propio Richter hizo, remite a la pensatividad de la propia imagen, al núcleo de decisiones socio-políticas que la han construido.
Cuarenta y un años después, el grupo de artistas Artists Anonymous rearticula el sentido primigenio de Richter pero, claro está, refiriéndolo no ya a la imaginería mediática de aquellos lejanos años 70, sino a este mundo-pantalla nuestro donde los medios han colonizado cualquier intento de referencialidad de la imagen que no sea el que ellos mismos dan por válido.
El colectivo Artists Anonymous se mueve en lo oculto. Todo lo que hace referencia tanto a su identidad como al sello principal de su obra alude a ese ámbito indescifrable de lo desconocido, refiriéndose en todos los frentes a lo que se oculta detrás de las máscaras, de los anónimos,… de las imágenes. Un mantenerse en lo oculto que redunda en el problema de la identidad, ya sea el del propio artista, o la de la imagen.


Por una parte, ellos mismos: el colectivo de artistas “oculto” bajo el nombre de Artist Anonymous fue formado en Berlín en 2000 y actualmente viven y residen entre esa misma ciudad y Londres. Y por otra, su trabajo: quizá la seña de identidad del colectivo sea la utilización de lo que ellos llaman “afterimage”. Si lo anónimo de su identidad remite a un método de trabajo más preocupado por señalar el lugar del propio arte que en seguir alentando la mitología del artista romántico, la “afterimage” también remite a ese espacio intersticial donde la imagen es un todavía-no, un negativo de sí misma, o, en relación con la pintura que el antecede, un ya-sido.
Cómo dicen ellos mismos, “afterimage es una reproducción del alma de la pintura”, es la fotografía de la pintura en negativo y a la misma escala. Lo que se busca con esta metodología es invertir el sentido, subvertir la relación fotografía/pintura: ya no es una imagen negativa de una imagen positiva, o una pintura de una fotografía, sino una pintura y una fotografía que permanecen como inversión la una de la otra, haciendo inútil cualquier discusión estética sobre original y copia.
Así, la práctica artística llamémosla convencional es expulsada a las fronteras de su propia práctica, redundando en relaciones e identificaciones nuevas, ocultas hasta entonces, en un loop dialéctico entre original y copia, entre positivo y negativo, entre fotografía y pintura, que va configurando un nuevo emplazamiento para el aparecer de la imagen: un emplazamiento donde se ve aquello que era mantenido oculto, una nueva relación entre obra y artista, entre obra y espectador, entre obra como “arte elevado” y obra como “arte popular”. Es, por tanto, en la frontera de todas estas “invisibilidades” donde aletea el problema de la des-identificación de todos los parámetros normativos desde los que, desde siempre, y aún hoy en día, en plena revolución popular, es pensado y ejecutado el arte. 


Para esta ocasión, la segunda exposición de este colectivo en la galería madrileña Cámara Oscura, aluden a la misma problemática y desvelamiento pero rizando un poco el rizo. Ya no solo la relación tradicionalmente mimética entre fotografía y pintura, sino que los cuarenta y nueve retratos al óleo presentados suponen dos segundos de película en 35mm –más una imagen extra-, de modo que bien puede pensarse que cada uno de los óleos son la “afterimage” de, ahora, cada uno de los fotogramas de esa película en stop-motion que nos muestra la cabeza de una mujer moviéndose ligeramente de izquierda a derecha.
En definitiva, esta involución de la representación llevada a cabo por el colectivo “anónimo” supone una puesta entre paréntesis del normal acceso artístico a la realidad y del convencional modo de inferir conocimiento de la realidad prosaica a través de los registros tecnológicos. Es ahí justo, en el eje axial que recorre la historia moderna del arte como dispositivo de conocimiento, donde el colectivo Artist Anonymous pone todos sus esfuerzos para provocar otra experiencia o, cuando menos, la toma de conciencia de que toda experiencia estética, es vehiculada por unas tomas de decisiones que nos anteceden y que prefiguran políticamente el rango de lo visible, de lo que es real y lo que es imaginado, de lo que es susceptible de conocimiento y lo que no, y, sobre todo, sobre qué tecnología es adecuada su reproductibilidad.
Y es que, original y copia, desde las diatribas platónicas en contra del arte por ser apariencia de apariencia, son los ejes políticos sobre los que se han movido los diferentes regímenes estéticos. Artist Anonymous ahora, igual que Richter antes, nos enseñan que original y copia no son sino decisiones políticas inferidas por una tecnificación cada vez más global de la realidad.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario