Leslie Smith III |
LESLIE SMITH III: TIME FURTHER OUT; GALERÍA PONCE+ROBLES: hasta 21/10/16
JOSÉ DÍAZ: MOTORIK; THE GOMA: hasta 29/10/16
(texto original publicado en Exit-express: http://exit-express.com/pintura-y-tiempo-abstraccion-post-pictorica/)
Empezar diciendo que la pintura ya no
es lo que era es una perogrullada que sin embargo reúne las condiciones para
poder dictarnos el tono general de lo que queremos decir. Porque el hecho –más
o menos patente– de que la pintura no es lo que era –o al menos lo que se
esperaba que fuese– no es en modo alguno una diatriba contra la pintura sino
más bien su más radical posibilidad de supervivencia.
Porque si frente a una pérdida del
aura y frente a la llegada de la reproducibilidad técnica la pintura encontró
en la abstracción la posibilidad de seguir siendo aclamada como arte, ahora la
abstracción pictórica sirve a la única posibilidad de pervivencia del arte: la
de resistir. Así, más que primicia dentro de una ámbito, el artístico, llamado
a fenecer antes o después, la pintura se está convirtiendo en norte y guía de
las poquísimas posibilidad de supervivencia con que cuenta el arte.
En definitiva, nuestra tesis es que la
pintura, práctica que sirve de perchero perfecto desde donde dinamitar por
inanición al conjunto del arte, disciplina en riesgo constante de ser
expropiada, está consiguiendo contra todo pronóstico indicar el camino al resto
de las prácticas artísticas: la de, insistimos, ejercitarse en la resistencia.
Resistir a la tendencia postmoderna de convertir todo en imagen, resistencia a
una fetichización visual y a una excesiva reificación en tanto que mercancía y, por último, resistencia a una exceso de
escenografía en su puesta en escena y a su querencia a devenir ready-made.
Para conseguir tal efecto de
resistencia en un mundo que se las sabe todas, la pintura ha optado por
desasirse de toda parafernalia pop, por dejar a buen recaudo estrategias de
deconstrucción crítica y por renunciar a convertirse en objeto específico. Aparcadas
todas esas estrategias, podemos decir que la pintura está acabando por tomarse
en serio: lo abstracto de la pintura no remite ya a los requisitos de
autenticidad y autonomía que antaño, como hemos señalado, sirvieron de
detonante sino como signo cultural de una determinada relación de la pintura
con su abdicación –y resistencia– en cuanto que devenir-imagen. Es decir, entre
la senda premoderna de hacer pie en la representación y el camino ya enfangado
de la Modernidad que ve en la pintura el modo de reflexionar acerca de la
esencia teleológica de la propia Modernidad, la pintura parece tomar una
tercera vía alternativa cuyo esfuerzo queda concitado alrededor de pensar la
pintura en relación con la imagen en la era del mundo global.
José Díaz |
La pintura, entonces y para concluir,
como medio artístico privilegiado de pensar la relación entre las imágenes que
colapsan nuestra realidad y las imágenes que debía proponer la propia pintura.
La pintura atiende así a la imposibilidad de mediar una relación bien orientada
y direccional con el mundo-imagen y se esfuerza –estando ahí su valor– en
mantenerse en esa dirección torcida y desorientada que el propio efecto cultural
e ideológico imprime en la práctica artística.
Todo esto que aquí señalo puede verse
y ser probado a poco que uno asome la cabeza por las muchas exposiciones que
dentro del evento Apertura están
teniendo lugar en las galerías madrileñas y que tienen a la pintura como
protagonista principal. De entre todas ellas nosotros queremos fijarnos en dos:
Leslie Smith III en Ponce+Robles y José Díaz en The Goma. Ambos comparten
–pues ha habido más pintores, Rubén
Guerrero en F2 Galería, Secundido
Hernández en Heinrich Ehrhardt, Miguel
Ángel Barba en Rafael Pérez Hernando o Liliana
Porter en Espacio Mínimo– una predilección por descoyuntar temporalmente a
la imagen pictórica, por desmontarla a base de deconstruirla en planos de
temporalidades diferentes.
Sintomático de esto que decimos es que
ambos hayan elegido como título expositivo títulos de claras resonancias
musicales y, por lo tanto, temporales. Motorik
se titula la exposición en The Goma, y Time
Further Out la de Ponce+Robles: la primera alude a una palabra de la
crítica musical especializada para referirse a un ostinato rítmico, la segunda alude
al álbum de Dave Brubeck del año
1961.
José
Díaz (Madrid, 1981) nos
muestra lo que queda de aquella Modernidad que los futuristas alababan: una
huella, un rastro, un diluirse de todo trayecto, un emborronamiento de las
direcciones, las velocidades y los tiempos. En sus lienzos pareciera como si la
velocidad –padre de la Modernidad para Baudelaire
y Marinetti– hubiese deglutido al
propio cuadro, a la propia imagen. Así, la premisa que antes hemos dictado para
alabar la nueva pintura toma aquí forma: ¿qué imagen plasmar ahora que el mundo
no es sino una vorágine de imágenes inmanentes y autoproducidas?, ¿qué sueño
utópico cabe en una densidad espacio-temporal que tiende a cero? Frente a un
mundo que nos dice que lo que toca es ser dúctiles, resilentes y capaces de
soportar ritmos alternos y diseminados, las pinturas de Díaz muestran la devastación que todo ello provoca y, más aún,
nuestra única posibilidad de resistencia estética: decir ‘no’ a la imagen en
cuanto que cosificación, tensionarla hasta su desaparición.
Por su parte Leslie Smith III introduce esa temporalidad desubicada y
desquiciada de nuestro mundo en sus lienzos para, simplemente, ver qué pasa. Y
lo que pasa es que la percepción se disgrega en compartimentos modulares que
remiten a secuencias de significado alternativas y diferentes, que la
pantalla-lienzo se remultiplica en escenas poliédricas y que, con ello, se
produce un desmantelamiento de toda posibilidad representacional y
significativa. La clave está, ahora, en el cubismo: si dicho movimiento centraba
su atención en coordinar una serie de momentos perceptivos y recomponerlos en
el plano-superficie, ahora es este mismo plano el que queda también
descompuesto y remultiplicado en cada acto
de ver.
Dicho de otra manera bastante más
interesante: si antes percepciones –significados– diferentes convergían en una
misma pantalla –significante– ahora la implosión temporal con que carga toda
imagen –un tiempo cero donde producción, exhibición y consumo se dan al mismo
tiempo– hace que la pluralidad de significados y puntos de vista lleven
implícito también una diferencia en el significante. En suma, la experiencia
que vehicula estos lienzos es similar a nuestra experiencia por antonomasia:
aquella que nos dice que toda significación y sentido es ya inviable, que el
punto de vista afecta no ya solo al contenido sino al marco. Ni que decir tiene
que de aquí surgen interesantes connotaciones epistémicas en cuanto que ceguera
escópica y al hecho innegable de nuestra postmodernidad según el cual por
muchas imágenes que haya no hay nada que ver.
En definitiva, ambos pintores
comparten una misma motivación: comprender la abstracción no ya como el refugio
idealista de una práctica pictórica cansada ya de pensarse a sí misma sino como
un ejercicio de resistencia frente a eso que todavía algunos esperan de la
pintura, de las imágenes, del arte. Pensar la pintura no en relación al tiempo
interno que emana de su propia práctica sino a ese otro tiempo, violento y
dogmático, que le empuja a convertirse en imagen, en fetiche, en objeto visual,
en pintura, en arte. Es decir, comprender la abstracción como un hecho
trans-pictórico, comprender la abstracción como relación post-pictórica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario