LUZ BROTO: ATAR CABOS
GARCÍA GALERÍA: 24/05/14-26/07/14
Sintomático de esta época nuestra de grandes decepciones es el haber aprendido que, definitivamente, menos es más. Y no nos estamos refiriendo a la célebre frase de Mies van der Rohe sino al habernos percatado que de grandes operaciones de resistencia no suele sacarse, nunca, el redito deseado. Y es que, ahora que no hay manera de escapar de la fantasmada general en que ha caído la realidad, lo único que nos cabe es diseñar mínimos movimientos desestabilizantes, pequeñas estrategias de subversión. Un gesto, un trazo, incluso una simple huella, bastan para atrofiar la lógica de lo real. Porque cuando el espectáculo lo ha deglutido todo, escapar a la fascinación escópica masificada y mediática es un primer paso necesario para crear el efecto estético, la fractura deseada en el régimen de lo dado.
Luz Broto (Barcelona, 1982) ha realizado en la García Galería una de estas microacciones llamadas a constatar que, hoy en día, lo político solo puede venir dado por un gesto poético, insignificante en sus coordenadas, pero con un potencial inversamente proporcional a su despliegue en acto.
Y es que quizá se trate solo de esto, de una inversión aristotélica: de haber sabido virar y proponer no ya un acontecimiento de enorme potencial pero que sabemos será mermado hasta la inanición en su paso al acto, sino de instaurar una mímica performativa que, declarándose casi nimia en acto, irrumpa desde una potencialidad constante pero, paradójicamente, nunca cumplida.
Y lo curioso (al tiempo que lo que separa una acción estética de un refrito decolorado) es que todo descansa en esa instancia paradójica que se eleva como efecto estético: cómo con tan poco tanto; y cómo tanto, al mismo tiempo, ha de concentrarse en una fragilidad endémica, ha de contentarse con un permanecer señalando el lugar de la fractura sin atreverse a superarlo. Porque sabemos que ya solo el intentarlo, el querer constatar la fuerza performativa del acto, dará al traste con la poética de la acción. Todo sería, en tal caso, canibalizado por las lógicas del espectáculo, anestesiado por la voracidad de miradas que solo desean verlo todo.
Quedarnos, entonces, en el quizá, en la mera y simple posibilidad, en el juego poético que se desencadena desde una práctica situacional que irrumpe no ya con grandes puestas en escenas sino con la levedad de un trazo, de un gesto. Atravesar, en este caso, la galería con una cuerda y que rodee al edificio entero en su verticalidad, no va a cambiar nada pero (de nuevo paradójicamente) podría cambiarlo todo.
Quizá sea ahora tiempo para lo imperceptible, para implosionar la imaginación en una telúrica de relaciones, de situaciones y acciones que insinúen, solo insinúen, otro sesgo para lo real, otra impronta para el arte.
A mí lo que más me emocionó de Luz Broto fue esa obra maravillosa del arte contemporáneo que fue su Right Cube (Seis intervenciones en un cubo y su contexto). La subliminidad esotérica alcanza ahí la calidad exacta de la brillantez metafísica. Ciertamente, en los tiempos que corren no podemos pedir más. Eché de menos el váter, eso sí, pero a fuer de ser sincera, tampoco creo que la dilapidación atemporal del espíritu creativo se vea cuestionada por la fecundidad creadora de la artista. Una obra interesante, en suma, y a seguir desde todos los puntos de vista. Un saludo.
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