Dicen que es una feria, dicen que no hay riesgo, dicen que las galerías
juegan cartas seguras e, incluso, marcadas. Dicen que no deberían de ir nada
más que coleccionistas, dicen que no hace sino reducir el arte a un espectáculo
de cifras y números, dicen que incluso no ayuda a que el arte contemporáneo sea
percibido por los ciudadanos como algo más que una estrambótica banalidad.
Dicen tantas cosas de ARCO que a uno casi le tiemblan las canillas al acercarse
la fecha.
Pero no me quejo, no hay que quejarse. El problema, en esto como en todo,
es el de no dejarse llevar por el sano ejercicio de la duda, sobre todo de la
propia, y el hacer de cada opinión un lugar de no retorno. Porque, ¿y si sí?,
¿y si sí se pudiese ir a ARCO a disfrutar del arte, a contemplar y aprender?
Cada cual tiene su modo, pero para el que esto escribe la gracia radica en las galerías
nacionales con sede fuera de Madrid. Sí, ya sé que, gracias a muchas bazas que
juegan en su contra, cada vez son menos. Pero es ahí donde se parte el bacalao:
frente a lo bastante sabido de la escena madrileña, frente a los grandes
nombres que vienen de fuera, frente a ese batiburrillo de galerías alemanas –con
alguna nórdica o francesa– que parecen haberse quedado en alguna senda perdida
del neo-expresionismo abstracto, el galerismo español no madrileño es el que
más sorpresa da, el que más se disfruta y del que más notas uno saca.
Valga, en todo caso, este pequeño texto como recuerdo de una edición de
ARCO en el que, de nuevo, pudimos sonsacar cuatro o cinco buenas degustaciones.
De hecho fueron más, pero lo reducimos para no cansar al personal y para no
hacer de esto –Dios nos libre– la enésima lista.
1- JOAN FONTCUBERTA (Angels Barcelona)
No sé si ambas fueron en la misma galería barcelonesa, pero el hecho es que
en la feria pudo verse dos de los trabajos más recientes del artista catalán. Y
ambos, como de costumbre, muy interesantes. Dejando de lado su vertiente más
conocida y simpática de la docu-ficción -de la que pudimos ver una estupenda selección el año pasado en Ia exposición Imago ergo sum-, Fontcuberta se centra en el soporte
material de la fotografía y su actual evanescencia en un mundo inmaterial como
el actual. En Trauma el artista rasga
y pule la superficie hasta llegar al nivel cero del soporte, un nivel por otra parte
imposible de alcanzar ya que siempre queda algún resto, alguna huella, alguna
forma de recomponer la imagen. Así, este trabajo también habla de la memoria –o
de la falta de ella– en el mundo-imagen actual donde no hay pasado ni manera de
reconstruirlo sino un infinidad de instantes-ceros, de pulsiones visuales donde
todo remite a un futuro que, por otra parte, nunca termina de acaecer.
En su otra pieza, Gastropoda,
Fontcuberta sitúa varias de las decenas de invitaciones a exposiciones y cartas
que recibe semanalmente para disfrute de los caracoles de su jardín. El
resultado es más que sugerente: la imagen –imágenes a más inri de arte impresas
en los tarjetones de exposiciones– son devoradas sin ningún decoro por el animal.
2- SERGIO PREGO (Carreras Múgica)
Para quienes conocemos el trabajo de Prego desde hace años (justo hasta hoy en el CA2M y todavía recordadas algnas de sus exposiciones en Soledad Lorenzo), estas piezas
presentadas en la galería bilbaína son sumamente sugerentes. Basando muchas de
sus líneas de actuación en el antagonismo entre conceptos como afuera/adentro,
ligero/pesado, denso/leve, y aplicados todos ellos en una investigación en torno
a la escultura, estas piezas fluctúan como cruce de camino de toda su
investigación estética. Materia y forma juegan al escondite para ofrecernos un
diagrama de fuerzas en torno a las posibilidades expresivas de la escultura. ¿Cuánto
de fuerza, cuanto de expresión hay en ese retorcimiento curvo de la materia
para darle forma? No sabemos, el gesto queda indeterminado en su ambivalente actuación.
¿El hormigón da el pego o es el plástico inflado lo que simula perfectamente la
levedad del aire?
Investigando un poco más, sabemos que la pieza forma parte de una estupenda
exposición que tuvo lugar en la galería el pasado mes de marzo.
3- Lawrence Abu Hamdam (Mor
Charpentier)
Como esto también va
de descubrir nuevos artistas, el mío es sin lugar a dudas este artista jordano.
Su trabajo se centra en investigar las relaciones entre testimonio, lenguaje y
tecnología referidos a los movimientos fronterizos de inmigración y exilio.
Lejos de seguir los cánones facilones de la denuncia o de la representación
mimética, Abu Hamdam desentraña la naturaleza socio-política de una realidad
que desborda con mucho cualquier planteamiento buenista o superficial. Reactualizando
el relato bíblico de Jc 12, 4-6 en torno al Shibboleth el artista monta un
display en torno al hecho –real como la vida misma– llevado a cabo por las autoridades
migratorias holandesas por el cual se analizaba el dialecto y acento de los
somalíes para discriminar su entrada en relación a la zona de Somalia de la que
procediesen.
4- Fabio Kacero (Ruth Benzacar)
Vale, de acuerdo: ya
sabemos que la pieza en sí misma no va a revolucionar el mundo. Pero tampoco es
algo que a estas alturas nos quite el sueño y, además, siempre queda un desfase
de indecibilidad entre el pensamiento de lo obvio y su puesta en escena. Que
buscar la enésima concatenación apropiacionista de una obra es una provocación
naif es algo sabido por todos: pero quizá en la sorna de su remultiplicación
hay aún algo que tengamos que saber. En este caso Kacero ha aprendido a imitar
la letra de Borges para rescribir el cuento Pierre Menard, autor del Quijote. La
serialidad que se ofrece no alude tanto a una temporalidad lineal (Cervantes,
Menard, Borges, Kacero) sino a otra heterocrónica: falsificando su letra y su
firma, Kacero mezcla tiempos y espacios, reactualizando y re-presentando a
Borges en una trama de relatos sin fin.
5- Ignasi Aballí y
Richard Venlet.
(Estrany-de la mota)
Quizá por el reciente fallecimiento de Tony Estrany,
quizá porque sin pertenecer a la sección Diálogos
superaban a muchas de ellas, sin duda que hay que reseñar la aportación de esta
galería barcelonesa donde la relación entre esos dos artistas en el pequeño
stand de la galería fue superior.
Fotografía Latamuda |
6- Juan Muñoz y Miquel Barceló (Elvira González)
Por cosas como esta hay que ir a ARCO. No dialogaban entre sí, pero les
separaban apenas un pequeño panel. Y el efecto en contrapicado de los dos
grandes del arte contemporáneo español fue brutal. Barceló presentaba las
cerámicas que le quedan (aunque seguro habrá hecho más) de su exposición de
2013 de la que ya dijimos todo lo que había que decir. La obra de Muñoz era la
más cara de la feria y sin duda un oasis en medio de tanta vorágine que nos
recordaba a esos tiempos donde teníamos al mejor.
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