jueves, 27 de octubre de 2011

CASAS MANCHEGAS: LA TRADICIÓN DE UN NUEVO HABITAR


JOSÉ ÁNGEL VAQUERO/ ANTONIO AREAN: CASAS MANCHEGAS
EL CAMAROTE: 21/10/11-18/12/11

En la escenificación que todo acontecimiento actual necesita para ser tildado como tal, la arquitectura ha pasado, en pocos años, de ser un arte técnico al servicio del vivir a convertirse en propiciatoria víctima de un fashionismo elitista donde el pastiche y lo heterogéneo se han instaurado como claves desde donde perpetrar daños casi irreparables a la ciudadanía.

Pasarelas, puentes, plazas, y, cómo no, museos, son los principales objetivos de esta arquitectura que, olvidando casi por completo los fundamentos modernos del funcionalismo y la racionalidad, han caído en la retroprovocación del diseño y la hiperinflación de lo escenográfico -todo, eso sí, con cargo al erario público. Así, de la memoria monumental hemos pasado a la megalomanía del arquitecto como marca registrada y a la paranoia de la ciberfuncionalidad.

No es ya solo que el pastiche y el carácter de escenificación hayan sido históricamente dos vértices desde donde operar un cambio una vez fuese palpable el fracaso de la modernidad arquitectónica. Es que, bajo el epítome de lo postmoderno, la arquitectura se ha tornado en quizá aquello que más anhelaba para lograr su triunfo global: revestir esta pantalla-mundo de un tufo ornamental con querencia a todo lo que suponga disneylanización y megalomanía.

Al tiempo, estas arquitecturas de lo insustancial, además de remitir al carácter fantasmal de la sociedad actual, ha terminado por ser claramente condescendiente no ya solo con el rumbo alegórico y de escaparate de la actual sociedad, sino con los axiomas fundamentales de la tecnopolítica y biopolítica del momento: hipervigilancia, atomización, bunkerización, etc, son las instancias que la memez ciudadana canta más febrilmente como logros indiscutible de esta megarquitecturas que va desde el centro comercial hasta la urbanización, desde los parques de ocio a la oficina domótica. Así, la topología de los no-lugares, la geografía de la mercadotecnia como dispositivo de subjetivización fundamental, encuentra en los emplazamientos arquitectónicos futuristas de las megaarquitecturas su mejor encarnación.


Y es que, en el límite, todo tiene su razón de ser: la arquitectura, jugando con el diseño, cuando la autonomía del arte apuntaba aún a una revolución social en las vanguardias, todavía se sostenía como instrumento social; pero una vez los mundos de vida de la publicidad y la mercancía han copado las primeras posiciones, el arte, unido para bien o para mal a ese polo vital, no tiene más remedio que caerse con todo el equipo y dar cuenta de los dispositivos mediales más propicios para que la vida, en el horizonte hermenéutico de las experiencias de sentido, queden a rebufo de las estrategias más alienadoras.

Pero, frente a esta existencia líquida que redunda en una paráfrasis del hogar como nódulo de conexiones y como emplazamiento de interconectividades, siempre, en esto como en todo, existe otra posibilidad.

Y esta exposición, ‘Casas manchegas’, trata de abrirse a esa otra posibilidad, posibilidad que, a pesar del título, no radica en cantar y glosar las verdades de la tradición, sino en dar cuenta de ese otro espacio no tanto arquitectónico sino sensitivo y emocional donde queda remitida nuestra vida como proceso de construcción subjetiva. Es decir que, como bien Antonio Arean, uno de los dos arquitectos que han tomado parte en la exposición, “la Mancha bien puede estar en Helsinki”.

Helsinki, o La Mancha, como lugar de un nuevo habitar que, en su esencia, no es tan nuevo sino que bebe de las fuentes de nuestra tradición pero, eso sí, tratando no de mirar atrás con nostalgia, sino abrirse al futuro de un nuevo –y cada vez más necesario- habitar.


Quizá la hermenéutica de Gadamer, con esa basculación precisa entre tradición, prejuicio –esa palabra tan preciosa y tan mal interpretada- y apertura a la novedad del sentido; quizá también las reflexiones de Heidegger en torno al habitar y el construir como existenciario privilegiado desde donde dar cobijo al ser, al lenguaje, … Porque al final ese es el olvido de la propia arquitectura consigo mismo: privilegiar la tecnofanfarria de la postmodernidad por encima de esa artesanía del construir como devenir del ser, como habitar y dar cobijo al acontecimiento al ser que, en resumidas cuentas, es nuestra propia existencia.

Esta exposición entonces alude a la arquitectura como proceso en devenir y en deriva; una arquitectura de puertas para fuera que apunte a un existir en proceso, siempre en estado de fuga que prime todos los sentidos y que, en esa apertura, cree comunidad, cree pueblo y socialidad. Frente a lo ya-dado de la casa-máquina, frente a la virtualidad como reverso de la videovigilancia, frente a las pseudo-alternativas de vida que tiene una vida sujeta al ciber-sedentarismo del moll, el parking y el automóvil, solo cabe apelar a la Mancha, ese lugar emotivo y emocional, un modo diferente de habitar y de vivir.

Y es que, como bien reza una frase de la exposición, la mancha no pertenece al star-system… ni ganas!!

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