domingo, 16 de octubre de 2011

BIENAL DE VENECIA: LOS GOZOS Y LAS SOMBRAS



BIENAL DE VENECIA: 07/06/11-27/11/11
(fotografías cedidas por Sara Tendero Gonzalo)

Hablar a estas alturas de la Bienal de Venecia de este año puede ser un ejercicio casi masoquista. Si las ‘iluminaciones’ han dado ya de por sí poco o más bien nulo juego, el sopor del calor otoñal casi pide digerir ya cuanto antes los restos de lo que fue el verano y ponernos a otra cosa. Pero, claro está, es la Bienal de las bienales y eso se merece algo más que una nota de pasada.

Y es que el valor único y privilegiado de la Bienal de Venecia es haber alcanzado ya el punto de no retorno: ahí donde por más palos que se le dé, por más que se la tilde de anacrónica, ella reproduce felizmente esas mismas críticas para su beneficio.

Que el sistema de pabellones estatales a la hora de representar el arte es algo caduco y trasnochado lo sabe todo el mundo; que la presentación titánica y casi operística de su puesta en escena no deja muy bien parado a un arte que pareciera necesitar con urgencia un lavado de cara, es algo que se ve con solo preguntar cuál es la idea que del arte contemporáneo se tiene desde fuera.

Así, pareciera que el éxito de la Bienal -y su, predecimos, más que larga vida- está íntimamente ligado al repudio que causa en todos y cada uno de los estamentos del mundo del arte. Como si fuera la encarnación perfecta de la ‘ideología estética’ postmoderna, su perduración pareciera seguir los dictados de Zizek a la hora de calificar a la propia ideología: aquello que se mantiene para regular una distancia con el fantasma para así evitar lo Real en lo imposible. Así “la ideología es el sueño imposible no sólo en términos de superación de la imposibilidad, sino en términos de mantener esa imposibilidad de un modo aceptable”: si el arte es imposible que sea de otro modo, mejor mantener este fantasma esperpéntico que deshacernos de él para toparnos de cara con ese imposible.

Quizá la obra de Loris Gréaud, The Geppetto Experience, sea de lo más significativo a este respecto: en el Arsenale, ahí donde, después de haber transitado por la propia exposición ILLUMInationez y de haber terminado con los últimos pabellones nacionales que no tienen sede en los Giardinis, justo antes de enfrentarnos a la catatonia megalomaníaca del Pabellón Italiano perpetrada por el histriónico Vittorio Sgarbi, una ballena varada espera tranquila sea, si es que algún día lo es, devuelta al mar. Total y resumiendo, aunque el animalito esté muy malito, el espectáculo debe continuar porque, y aquí radica ya el embeleso de la bienal, su propia putrefacción, ese mirada casi entomóloga de disección que para sí tiene el propio arte, es lo que la mantiene con vida.


Sea como fuere, y queramos disfrazar el morbo de su decrépita presencia como deseemos, lo cierto es todo se vuelven tópicos a la hora de experimentar in situ la escenografía de su puesta en escena.

La exposición que lleva el peso específico de la Bienal, titulada ILLUMInazione y comisariada por Bice Curiger, aún siendo mejor la parte del Arsenale que la de los Giardini, deja bastante que desear. Aludiendo a muchas cosas –así como a nada en particular- la exposición se queda en un triste ensayo que nada entre lo esperado y resabido y lo desconcertante por su falta de discurso. A pesar de Rimbaud, el arte ‘lumínico’ veneciano, las iluminaciones místicas y profanas, el remitir al carácter trasnacional, apelar a juegos de luces y sombras, etc, etc, no se consigue ni mucho menos tomar el pulso y acertar a la hora de elaborar un ensayo

Quizá sea yo, pero –y solo a modo de ejemplo- el dar la entrada a los Giardini con una instalación luminosa de Parreno no es que sea algo previsible, sino que es algo que de puro obvio roza lo sarcástico.

Ya dentro, lo hiperconocido de Goldstein o Cindy Sherman juegan a nada con la acción político-interactiva de Norma Jeane -¿todavía tienen cabida estas cosas llamadas a dar rienda suelta a la solidaridad de salón?-, un video de Nathaniel Mellors donde la anarquía del lenguaje hace las delicias del personal o tres Tintorettos que no vienen a sumar sino más claros y sombras a esta exposición.

En un paseo bastante tedioso, destacan tres obras: el Ritorno de Giorgio Andreotta Calò (http://www.youtube.com/watch?v=TEBciwDBAVk), las instalaciones lumínicas de Haroon Mirza –también presente en el Arsenale (y León de Plata para una Joven Promesa Artística) - (http://www.youtube.com/watch?v=fTrvqOg-4Tw) y Gabriel Kuri con su minimalismo subversivo.



En el Arsenale la cosa promete en un principio y a pesar de que el discurso y las obras presentadas dan volantazos inesperados, algo más de calidad, de sorpresa y de discurso propio sí que se puede adivinar en sus propuestas.

Gusta la idea de Roman Ondak de aludir a la comunidad heroica a partir de la historia de los mineros chilenos con un cohete unipersonal. Gusta también, aunque más trillado, Rashid Johnson y su aproximación a la identidad racial. Los microfilmes (in)visibles de Elisabetta Benassi apelan a los dispositivos políticos de visibilidad en una estrategia que recuerda a Alfredo Jaar.

Pero sobre todo, y a parte del video The Clock de Christian Marclay ganador del León de Oro al Mejor Artista, destacan Mariana Castillo Deball que rearticula en 12 metros la cosmogonía mejicana, una escultura site-specific de cera de Urs Fischer que se va derritiendo poco a poco y que representa a un espectador contemplando El rapto de las Sabinas, y el para-pabellón de Franz West, una estructura que semeja su estudio y que saca fuera el contenido que presumiblemente debería estar dentro –obras de arte de por ejemplo Pistoletto- para dejar dentro únicamente una proyección de fotografías y un lavabo impoluto.



Sobre los Pabellones nacionales la cosa no está para debate alguno: los hay buenos o muy buenos (4 o 5 a lo sumo), presentables –la mayoría de ellos-, aburridos o errados, y, cómo no, el español, que por los debates y polémicas suscitadas -y por tocar eso de lo patrio- merecería una opinión más larga. Yendo, esta vez sí, a una lista de esas que tanto nos gustan –y que conjugan tanto pabellones como obras concretas- la cosa quedaría más o menos así:

1- Austria: Markus Schinwald nos propone un fascinante recorrido por un pabellón donde son las propias condiciones espacio-temporales –y sus relaciones psicológicas- lo que se pretende llevar a estudio. Con unos videos situados en cada una de las esquinas, y a los que se accede después de recorrer un laberinto, el pabellón solo cabe tildarlo de perfecto.
http://www.youtube.com/watch?v=oPr_yfVe-kg&feature=player_embedded

2- Suiza: de exuberante se podía tildar esta impresionante obra de Thomas Hirschhorn titulada Crystal of resistance y que denuncia la claridad del mundo de hoy en día y reivindica más opacidad. Grandes aparatos domésticos, teléfonos móviles, muñecas barbie, son plastificados conviviendo con la dureza de unas fotografías que nos enseñan todo lo espantoso de este mundo. En el punto de mira, los regímenes de exhibición de las imágenes.


3- Alemania: Christoph Schlingensief presenta The Church of Fear por la que recibió el León de Oro de la Biennale. Mutando Germania por Egomania en el frontispicio del pabellón rediseñado en la época nazi, Schlingensief -fallecido en agosto de 2010 sin haberlo terminado del todo- nos introduce en una iglesia donde el dolor y la muerte, las alusiones a Fluxus y Beuys, se mezclan para formar una magna obra de arte.

4- Dinamarca: partiendo de la cita de Orwell, “si la libertad significa algo, significa el derecho a decir a la gente aquello que no quiere ori”, Dinamarca presenta una exposición titulada Pavilion for Revolutionary Free Speech, donde se denuncia esa falsa cordialidad libertaria de la que no paramos de hacer gala para, claro está, anular las posibles potencialidades discursivas del otro. Destacan las obras de Agency y Han Hoogerbrugge.

5- Uruguay: Alejandro Cesarco y Magele Ferrero proponen en Un lugar común la idea de país no ya como lugar geopolítico sino como suma de individuos y colectivos en continuo devenir donde es el lenguaje, en un video fabuloso, lo que cataliza esta alianza entre las personas, las promesas y los deseos.
http://www.youtube.com/watch?v=RU_vez5LtAo

6- Chile: comisariada por Fernando Castro Flórez, Joan Prats presenta Gran Sur, una elegía de la naturaleza y del cauce destructivo que al mismo tiempo apela a nuestra capacidad de acción, compromiso y creatividad.



7- Grecia: la artista Diohandi presenta un pabellón ‘sold out’, empaquetado y listo para trasladar. Aludiendo a la necesidad social y política que de revitalizar y cambiar Grecia, la artista traslada esa idea al conjunto total del arte.
http://www.youtube.com/watch?v=ZR4xBLLUneQ&feature=related

8- Gran Bretaña: pese a que esa forma de arte del transitar y el perderse en mundos casi diríase que paralelos no es de lo más valorado por el que suscribe, sí que es meritorio y destaca por sí mismo el I, Impostor de Mike Nelson, presentado en su día en la Bienal de Estambul de 2003 pero que para esta ocasión es reactualizado, convirtiendo el pabellón británico en una , lleva a cabo una reinterpretación de una obra ya presentada en la donde,

9- Argentina: Adrián Villar Rojas, jovencísimo artista, nos presenta Ahora estaré con mi hijo. Después de pasar por una puerta donde es necesario agachar la cabeza, las imponentes esculturas nos trasladan a un tiempo quizá pasado quizá por venir. Esa desconexión temporal de sus esculturas gigantes funcionan perfectamente.


10- Instituto italo latino-americano: a pesar de sus excesos, Entre siempre y jamás presenta obras notables como por ejemplo la de siempre superefectiva María José Galindo.

A destacar también el pabellón ruso comisariado por Boris Groys con una imponente obra de Andrei Monastyrski, y el egipcio con una obra-denuncia de los excesos cometidos en la llamada primavera árabe egipcia que presenta el trabajo de Ahmed Basiony, un artista que fue muerto el 28 de enero en el tercer día de la sublevación popular en la Plaza Tahir, de El Cairo


Francia y Estados Unidos, con obras e intervenciones aplaudidas por casi todos no me llegaron a entusiasmar. Pese a que la obra de Boltanski apabulla al espectador, poco después se resuelve como un ejercicio grandilocuente que presenta de modo operístico lo que se podía haber hecho de otra manera ganado en efectividad y contundencia. Sin duda peor es el Gloria de los portorriqueños Allora & Calzadilla, que, como no, nos presenta una ácida crítica de los valores estadounidenses tan repetida como banal y, incluso quizás, ofensiva. Fabrizio Plessi en el pabellón veneciano sería otro de los nominados a sumarse a este pléyade de obras donde sin duda alguna el ruido ha sido mayor que la furia.


Por último destacar, junto con el descalabro al que ya hemos hecho referencia del pabellón italiano y del que aún andamos en bisos de reponernos –y del que obviamos decir más-, ese otro cariz que parece estar tomando la bienal y que sin lugar a dudas a puesto sobre la mesa José Jiménez en un acertado artículo (http://elartedehusmeardecarlosjimenez.blogspot.com/2011/06/la-bienal-de-venecia-plataforma-de-los.html) y que remite a ser Venecia el lugar donde una vez cada dos años las mejores colecciones del planeta alquilan uno de los palacios situados a orillas del Gran Canal para hacer los honores a la ‘gran fiesta’ del arte.

Haciéndonos eco de lo ya dicho por Gerard Vilar (http://web.me.com/gerardvilar/DisturbisII/DV.html), sorna –si no algo más- causa el título que han decidido ponerle a la exposición de la Punta de la Dogana donde se puede ver las últimas adquisiciones de monsieur François Pinault: In Praise of Doubt. ¿Dudas? Pocas parece que se tienen a la hora de saber a ciencia cierta dónde apostar unos cuantos millones de dólares.

Total, que pese a todas las dudas, la bienal, un año más sigue varada en la palya de no se sabe muy bien donde...pero aún respira.






1 comentario:

  1. Yo soy muy simple, ya lo sabes, pero la ballena está chulísima!!!

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