jueves, 14 de junio de 2012

HISTORIA(S) DEL ARTE CONTEMPORÁNEO: JUEGO DE COMPLICIDADES


CÓMPLICES DEL ARTE CONTEMPORÁNEO ESPAÑOL
FUNDACIÓN CANAL: 10/05/12-22/07/12

         Ser cómplice: ver lo que nadie más -sólo el otro- ve, guardar el secreto de su (in)visibilidad.

Si la historia es la gran falsificadora, si todo conocimiento descansa en una profusión de puntos de fuga y una querencia esenciante a la sintomatología, esta exposición es un ejemplo preciso y bien ejecutado de arqueología artística.

Porque, creo yo, que enfrentar el resultado final de esta muestra con el corpus bien pensante y ordenado de algo llamado “historia del arte contemporáneo español” es una gran memez. Mejor que eso, mucho mejor que eso, la exposición tiene su pátina de triunfo ahí justo donde pudiera pensarse que descansan sus puntos débiles. En repetir artistas, en dar como obra un anónimo, en ser parcial y sesgada, en ser, en definitiva, “una” historia entre muchas de “las” historias que podrían haberse tildado como tal.

Si la labor del comisario, Rafael Doctor Roncero, ha sido importante, queremos pensar que lo ha sido gracias a comprender que no hay nada de lo que pedir perdón ni disculpas, que la gracia está precisamente en mostrar lo que no se ve: lo sesgado de toda elección, lo poco fiable de pretender trazar una serie de puntos álgidos con los que dar a entender una historia que, por otra parte, no se desvela nada más que en esos intersticios vacíos, en eso otro que nunca se da a la mirada.


                La tesis que creemos subyace a esta exposición es que no hay historia que valga, sino ejercicios sistémicos de interacción entre agentes, reverberación de fuerzas que infieren un determinado trazo, una determinada secuencia definiendo puntos nodales cuya continuidad - la suma de las partes- no da ni de lejos el resultado del todo. ¿Cómo trazar entonces una dinámica que englobe todos los puntos nodales? Imposible. Todo lo más inferir una posibilidad, plantear una solución dada siempre como precipitada y como cogida por los pelos. Ahí, precisamente, está la gracia del asunto.

Coleccionistas, galeristas, críticos, comisarios, editores, periodistas culturales, gestores: están todos los que son. Doctor Roncero pidió a una selección entre ellos que eligiesen una obra fundamental –según reza la web de la exposición- para el arte contemporáneo español, y la pléyade de obras seleccionadas dan forma a una exposición donde, repetimos, es solo el ejercicio preciso de discontinuidad lo que puede en última instancia cerrar el círculo.

Solo entrando en relación cada una de ellas con las demás, con la propia trayectoria del artista y con el corpus general del arte español, puede llegarse a apuntarse siquiera una huella de aquel que dice ‘por aquí pasa’. Porque incluso, a la nómina de aporías antes indicada, ¿por qué no se ha dado voto a los propios artistas?, ¿por qué no se ha elegido obras más significativas de cada uno de los artistas elegidos? En fin, preguntas que señalan todas al mismo sitio: la formación de un discurso como posibilidad, como ejemplaridad de una generalidad que solo toma cuerpo en la pluralidad, en la cacofonía de voces que toda historia genera.


Y dentro de los ecos que conforman esta historia, la nuestra propia: de entre las obras colosales, la de Sergio Prego, artista que ya dejaba claro hace casi quince años sus preocupaciones en torno al tiempo, el movimiento y el cuerpo, y, cómo no, la de Juan Muñoz, artista cuyas obras siguen apuntando al lugar de la génesis de lo misterioso y de lo humano; a destacar también las obras de Ignasi Aballí, de Josechu Dávila, o de Cristina Lucas. Y, por lo demás, incomprensible la inclusión de ‘esta’ pieza de Adrián Navarro y, puestos a elegir, quizá las de Jorge Galindo o Carlos León no dan excesiva buena cuenta de su trabajo.

En definitiva, una muestra ésta que se explica y se comprende mejor como una sintomatología de la historia del arte: a partir de sus desgarros, de sus intersecciones no dichas, de sus reverberaciones no visibles. Quizá a eso aluda su título: solo siendo cómplices de un secreto, aquel que nos dicta que no hay historia posible, podemos sacar las conclusiones más precisas a una exposición que, en su pluralidad, es única.

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