martes, 24 de noviembre de 2009

LA COCINA DE ABRAMOVIC: MISTICISMO ENTRE PUCHEROS


MARINA ABRAMOVIC: 'LA COCINA. HOMENAJE A SANTA TERESA'
GALERÍA LA FÁBRICA: 06/11/09-12/12/09
(artículo originalmente publicado en 'Revista Claves de Arte': http://www.revistaclavesdearte.com/noticias/20333/Marina-Abramovic-en-La-Fabrica-Galeria)

Cuenta Mario Perniola que Giorgio Agamben, al presentar al público italiano la obra de Guy Debord, estableció una sutil conexión entre el concepto de ‘situación’ y la idea nietzscheana del Eterno Retorno de lo Mismo. Según él, añade contra lo que pudiera pensarse, la situación no es ni la espontaneidad creativa que huye de cualquier objetivación, ni la vitalidad desbordante que no se deja atrapar en ninguna forma, ni mucho menos la liberación de la subjetividad. Concluyendo, la situación es un tránsito de lo mismo a lo mismo, mediante el cual se establece una diferencia radical.
Así, más que liberación de procesos constitutivos de la subjetividad, la situación se comprende mejor como evento en el que surge la sorpresa, la diferencia, que permite el desvelamiento de un momento del proceso formador de la propia subjetividad. Es decir, al igual que no hay subjetividad sin repetición, tampoco hay situación sin repetición.
Incluso ya en la propia definición de discurso performativo, discurso incapacidad de ser reproducido o repetido según Austin, está ya asumida esta necesidad, por otra parte imposible, de repetición para poder plantearse como diferente. De igual manera, para Derrida, la escritura performativa promete fidelidad sólo a la pronunciación de la promesa: ‘yo prometo proferir esta promesa’. Es decir, solo en el discurso que se erige como mismidad absoluta de sí mismo, cuya repetición es inviable, se es capaz de trascender el corto ámbito de un presente siempre el mismo. La promesa, como la muerte, como el rito, son acontecimientos performativos que se deslindan del presente-ahora para plegarse al tiempo pasado (quizá incluso un pasado que nunca fue) y al futuro (quizá también un futuro que nunca sucederá). La performance, en definitiva, tiene la cualidad de integrar los tiempos.
Armados con estas armas, la obra de Marina Abramovic (Belgrado, 1946) se comprende de manera casi inmediata. Porque lo radical es entonces no entender sus performances como momentos liberadores, sino como el intento de que surja lo ya olvidado, lo ancestral casi de un rito iniciático donde la subjetividad empieza a levantar el vuelo.
Su cuerpo, flagelado, torturado incluso, no sufre en busca de un camino a través del cual encontrarse ni tampoco mediar en una ascética de la trascendencia, sino que se trata de repetir a las bravas el camino gestado en una historia milenaria que entiende y sigue entendiendo la subjetividad como el traer a la presencia aquello que choca, que vibra en una conciencia que huye de vacíos y nadas y que se comprende siempre como exterioridad pura.
Bien puede pensarse que la frontera, en el límite, es siempre demasiado débil y permeable, pero sus performances están más cerca de desvelar el misterio que para el propio superhombre supone una conciencia que consigue sellar el pacto entre ‘ser’ y ‘deber ser’ merced a un amor al destino casi beatífico, que del chamán o yoguini más preocupado con fusionarse con la eternidad de una nada, aunque sea una nada en la pueda caber todo.



En esta ocasión, la exposición que hasta el día 12 de Diciembre acoge la galería La Fábrica de Madrid, consta de cerca de media docena de fotografías cuya temática son las performances que sobre la vida de Santa Teresa de Jesús hizo la artista en la cocina de La Laboral de Gijón. En ellas, más que apelar a la fisicidad corporal, se hace remitir a los propios límites mentales del cuerpo y a la relación que pueda haber entre ellos. En ellas son tratados temas como el misticismo, la levitación, la meditación o la contemplación. Pero estamos en las mismas: no se trata de una mística tomista como camino de acceso a Dios, sino de una mística que nace como poder mental en relación directa con un cuerpo. Casi estas performances dan ‘cuerpo’ a lo que una vez dijo la propia artista: “mi cuerpo es a la vez condición, oportunidad e impedimento; un punto de partida existencial para cualquier desarrollo espiritual”. Porque, a fin de cuentas, y a pesar de los avances científicos, nuestras preguntas se mantienen aún cercanas a plantearse un dualismo de corte cartesiano. Y es que lo cierto es que nos sigue fascinando ese ámbito de lo incognoscible, el umbral en que nuestra mente se separa del cuerpo o viceversa, el límite en el que el cuerpo deja de ser útil para convertirse en una cárcel. Y, en definitiva, quizá también por ello, y a pesar del nihilismo embaucador del que ha hecho gala a lo largo del último siglo, no sepamos otra manera de pensar que no haga pie en la repetición de un retorno que sea siempre el mismo: en la mismidad, bien lo sabe la economía del capitalismo y la mercancía, está siempre la salvación.
Por tanto, transgredir el límite, poner un pie en el abismo de un tiempo, el performativo, que no sabe de identidades ni de idealidades: lo propio de Abramovic es abrir la herida del tiempo y medir su propio tiempo a través de su cuerpo. El tiempo entonces queda restituido merced a una innata capacidad de ‘dar tiempo’ que el rito tiene y que se efectúa en relación directa siempre con el cuerpo, ya sea este entendido desde la primacía de una fisicidad tan abruptamente entendida como cualquier corte en la viscosidad sangrante de la carne, o como el efecto de superficie que responde a ese algo más con lo que siempre viene a chocar una mente que trabaja en los límites de un exceso que necesita plegarse a los dictados de lo Mismo.
Si el año 2010 será el año Abramovic debido a la gran retrospectiva que de ella se espera en el MOMA de Nueva York para este próximo Marzo, con esta exposición en La Fábrica se da el pistoletazo de salida a lo que será el siguiente año para la artista y Madrid: Abramovic abrirá las puertas del Teatro Real para llevar a cabo una performance de 4 horas, ‘La vida y la muerte de Marina Abramovic’, además de la más que posible itineración de la exposición neoyorquina en el MNCARS.

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