jueves, 6 de octubre de 2011

AXEL HÜTTE O LO (IM)POSIBLE DE LO (IN)VISIBLE




AXEL HÜTTE:RHEINGAU
GALERÍA HELGA DE ALVEAR:15/09/11-29/10/11

Ya solo mentar el nombre de Axel Hütte –artista formada en las aulas de la Kunstakademie de Dusseldorf, bajo la tutela de Hilla y Bernd Becher- es hacérsele a uno los ojos chiribitas y salivar ante la presencia de uno de los más grandes artistas de las últimas décadas. La última vez que, si la memoria no me falla, pudimos verle en Madrid fue allá por el 2008 en la Fundación Telefónica presentando fotografías tomadas de sus viajes por México, Nuevo México, Venezuela y Ecuador y también España.
Si en aquella ocasión fueron 35 imágenes de gran formato, en esta ocasión, esta que nos brinda la Galería Helga de Alvear, son 7 instantáneas recogidas en las cercanías de Rheingau, región alemana a orillas del Rin, convertido durante el Grand Tour en uno de los enclaves de máxima atracción.
Hütte, titán de la fotografía preocupado por captar lo inasible y lo invisible de la naturaleza, ahí donde lo inteligible se torna intangible para rozar con lo invisible, se muestra en esta ocasión más preocupado por la herencia y el futuro de la fotografía dotando a sí a su discurso de un aura pseudo-política. Pareciera que, aunque su mirada sigue siendo la misma, se ha preocupado por hacerse desatacar respecto de posicionamientos un tanto acomodados que veían en su trabajo –y en la casi infinita pléyade de imitadores- una ya inactivada forma de plantar cara a algo o simplemente encontrar la manera de que la fotografía entrase ya por fin por la puerta grande del arte.
Centrándose como decimos en el emblemático y turístico paisaje de la región, Hütte pone el acento en la tematización que de manera fratricida e iracunda se ha venido haciendo del antaño romántico y pintoresco paisaje. Y lo curioso es que es la fotografía la ‘culpable’ de esta totalización: la técnica fotográfica,  instalándose desde al menos mediado el siglo XIX como la forma privilegiada de distribución y exhibición de imágenes, ha venido a dar en un callejón sin salida donde, las en otro tiempo –y sobre todo de manos de Benjamin- supuestas potencialidades emancipatorias de la máquina-que-todo-lo-ve, han pasado de ser saludadas con optimismo –aunque matizado, eso sí-, a ser descubiertas como la responsable primera en haber conseguido orientar el régimen perceptivo ahí justo donde la máquina-capital lo quiere.
Lo pintoresco, lo bucólico, lo sublime incluso, son ahora parques temáticos dysneilanizados por el alcalde de turno convirtiendo el paraje –para mayor gloria de la renta per cápita nacional- en un ejercicio demoscópico bien calibrado donde la multitud y la masa es saludada con regocijo. De manera -bien es probado- harto más sutil, Hútte reflexiona aquí sobre el valor de las imágenes, pero sobre todo acerca de las narraciones que han venido en calibrar determinadas imágenes como inefables para, de ese modo, ir construyendo una memoria colectiva, una serie de puntos comunes donde la subjetividad, más que quedar remitido a lo incondicional de lo sublime para proponer una mediación necesidad y libertad, es ahora sometida al imperio de la mirada, ahí de donde nadie pude ya nunca escapar.


Así, las cartas, de ambos lados, están bien marcadas desde el principio: como espoleado por la premisa  del ‘inconsciente óptico’ de Benjamin, Hütte trata de llevar a cabo un ejercicio con el cual ampliar el campo perceptivo-visual del sujeto al tiempo que tratar de desasirlo de las estrategias fetichizadoras y mercantilistas que tratan de hacerse con el poder de la dromótica de la visión.
Si para ello, las teorías más avanzadas, están dando por válido un discurso hegemónico desvinculado de cualquier idealismo estético, preocupado únicamente de problematizar la visión mediante una reconstrucción genealógico de los campos visuales al más puro estilo foucaltiano, Hütte parece decantare por acercarse nada menos que a la naturaleza para desentrañar el misterio de la visión. Su trabajo entonces no ha de comprenderse como una preciosista manera de tratar con lo abstracto: no es ni un testimonio documental ni una obra acabada sino la exploración de lo imposible.
Y es que lo majestuoso de Hütte no está en alardear de técnica; lo majestuoso de Hütte está en rozar eses umbral donde lo “visible in-visible” y “lo absolutamente invisible” que diferenciaba Derrida llegan a confundirse. Porque, dice el francés, si la primera categoría es del orden de lo visible y puede mantenerse secreto sustrayéndose a la vista, la segunda apela a lo nunca dado a la vista, a lo que pertenece a otro régimen de visibilidad bien diferente.
Así por tanto, el arte de Hütte no apela, al menos no en un primer momento, a posiciones políticas enfrenadas por la emergencia o no de un determinado régimen escópico. O, dicho sea en otras palabras, su arte de la ceguera, del ver lo in-visible, no es en primera instancia un arte de resistencia frente a la tematización fetichizadora de la mirada.
Operando de manera precisa, su máquina capta, esta vez sí, lo im-posible a la mirada para, en ese ejercicio casi ya perdido y llamado ‘experiencia estética’ mediar una última e imposible mediación con lo no-visible. Solo así -siempre lo hemos sabido aunque cuesta ponerlo en práctica- pueden llegar a ampliarse los campos de experiencia, ahí donde el juego político de la mirada debe ser jugado de una vez y para siempre.

1 comentario:

  1. Esto de lo invisible es lo imposible de la mirada actual? de ahí la relación de esta obra con el romanticismo.

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