viernes, 24 de diciembre de 2010

IMAGENES DEL YO: LA PERVERSIÓN DE LA MIRADA


RAFA SENDÍN: ‘LA DOBLE NATURALEZA DEL ESPEJO’
GALERÍA FÚCARES (ALMAGRO): 18/12/10-26/02/10



Dentro de las diversas corrientes y estrategias con las que el arte contemporáneo queda caracterizado en este inicio de siglo XXI, quizá sea aquella que se preocupa por los dispositivos de la mirada la que más profundidad conceptual está consiguiendo. La mirada, el mirar, se ha convertido en la actividad principal del sujeto moderno y problematizarla redunda no solo en cuestiones estético-perceptivas, sino que queda anclada en los propios modos y maneras de darse la subjetividad en las modernas sociedades hipercapitalistas.
En este sentido, se ha pasado de una mirada a la que se le esconde aquello que, presumiblemente, ha de mirar –ejemplo preciso y quizá primero en la obra ‘Tisch’ de Gerhard Richter dónde mostraba una mesa tachada e imposible casi de distinguir- a un arte que se presente como negación absoluta de todos los dictados de lo ‘políticamente correcto’ dinamitando la dupla ‘permitir mirar/permitir ser’ –quizá aquí Santiago Sierra y su participación en la Bienal de Venecia de 2003 sea lo más conocido-. Y es que, desde que Marcel Duchamp nos legase para la posteridad, con su obra ‘Etánt donnés’, lo libidinoso de una mirada que tiene más de caprichoso, curioso y perverso que de candoroso sentido con el que aprehender el mundo, la mirada –más bien el no-mirar- se ha resuelto como el aquello con lo que hacer saltar por los aires el actual estado de nadería y obsolescencia social.
Teniendo esto en cuenta, el trabajo de Rafa Sendín adquiere significación propia al haber sabido conjugar de manera magistral la problematización del mirar con los procesos de producción de subjetividades –cifrados éstos en mayor medida, al menos en Occidente, en el órgano de la visión. El título con el que se presenta esta exposición en la Galería Fúcares de Almagro, y que se podrá visitar hasta el próximo día 26 de Febrero, no deja lugar a la duda: ‘La doble naturaleza del espejo’ nos remite a ese doble proceso de mirar y ser vistos donde no se sabe bien, y eso ya el psicoanálisis de Lacan lo descubrió, si es el sujeto quién mira al objeto o si, más bien, es el objeto el que devuelve una mirada invertida al propio sujeto con la cual éste ha de apañárselas para conformarse como persona.




Lo que nos propone Sendín es un juego de espejos (nunca mejor dicho) donde a unas imágenes se les ha sustituido la silueta del protagonismo humano por un espejo. De este modo tan simple, como decimos, además de prohibírsenos ver aquello que ‘originalmente’ pertenece a la imagen, nos enfrenta a un cara a cara donde nuestro adversario no somos sino nosotros mismos.
El decir no es lo dicho, lo mostrado no es lo señalado: la silueta recortada, eliminada, nos evidencia más la presencia de lo ausente que su mismo acto de aparecer. Y es más: esta, si se quiere, hiperpresencia de lo ausente se logra no representando –completando- lo eliminado, sino reconociéndonos nosotros mismos en nuestra propia imagen devuelta por el espejo. El resultado es una perversión de la mirada, un doblez en el hecho mismo de representar y, esencialmente, la creación de un ‘entre medias’ donde el ‘yo imaginario’ y el yo simbólico’ (el moi y el je que diría Lacan) se confrontan para quien sabe si devolvernos algo no solo desconocido sino incluso silenciado.
Porque, siguiendo en la onda psicoanalítica, eso y sólo eso somos: un conglomerado circunstancial de traumas y síntomas donde apenas nos reconocemos en una mirada que necesita ser velada, tachada, para poder ser soportada. Vernos cara a cara, sin la mediación del espejo simbólico que permite representarnos, duele. El simple hecho de lograr aunque sea un simulacro de esto que sucede a nivel inconsciente dice mucho de un artista que, pese a su juventud, sabe bien que la misión del arte no es otra que hacer rasgarnos los ojos de dolor.

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