miércoles, 29 de diciembre de 2010

PINTURA NÓMADA: HUELLAS DE LA MATERIA Y EL INCONSCIENTE



VIKY USLÉ: INTO HABITATS / CAROLINA SILVA: THE DRAWER
GALERÍA TRAVESÍA 4

(artículo original en Revista Claves de Arte:
http://www.revistaclavesdearte.com/critica/20882/Vicky-Usle-y-Carolina-Silva-enTravesia-Cuatro/)

En un pasaje de “No escribo con luz artificial”, Derrida recuerda el uso que de la palabra Ri hizo Heidegger en su obra “El origen de la obra de arte”. Aunque referido a la arquitectura, Ri, como trazo o hendidura, también puede pensarse, más en la honda deconstructiva, como la huella de un escritura, como lo nómada, quizá incluso olvidado, como la apertura de una senda que va inscribiendo su rastro sin saber a donde va.
El camino no es lo mismo que el método; construir en medio del camino remite a un habitar como acontecimiento, a un vivir donde se sale y se entra, donde se está constantemente en camino, donde lo que se deja atrás es simplemente una huella, un trazo, un vagabundeo. Si la arquitectura tiene por cuestión el establecimiento de este lugar que hasta entonces no ha existido, y si dicha construcción se da como acontecimiento, como algo que se erige en medio del camino, la pintura, en especial la de Vicky Uslé (Santander, 1981), tiene en su interior muchas similitudes.
Ya el simple, título nos dice mucho: ‘Into habitats’; la pintura de Uslé construye, modela al tiempo que esculpe; se comprende como silueta pero también como contenedor de un espacio siempre evanescente, modulado por multitud de horizontes que se entretejen. Justo cuando el espacio está a punto de ser construido y la silueta perfectamente ejecutada, la pincelada toma otro rumbo, deshaciendo lo andado o construyendo más allá de lo esperado.
Lo así construido no es ni mucho menos un espacio, sino que debe de ser comprendido como una invitación a reconstruir la huella que queda, a reordenar el espacio de acuerda a nuevas coordenadas topológicas.
Su pintura, pese a valerse de la huella, del rastro y la expresión, dista mucho de poder calibrarse como expresionista, sino que tiene más de intuitiva y orgánica. Pese a que la completitud que busca está siempre por venir, sin duda alguna que es ahí hacia donde nos invita a mirar: hacia un horizonte siempre nuevo como prueba de un mundo en constante cambio.
Por su parte, la obra de Carolina Silva (Madrid, 1975), pese a entrar también de lleno en el mundo de la sugerencia y el apunte, pese a valerse igualmente del sueño y del recuerdo, más que a preocuparse por la construcción de habitats físicos, perceptivos en el sentido material de la pincelada, se preocupa más bien por otros espacios: los de la mente, los de la abrupta intimidad de nuestras representaciones más fantasmales.
Valiéndose de la figura del Zashiiki-warashi, figuras espectrales de naturaleza infantil pertenecientes a la tradición japonesa, la artista explora los territorios de lo no-obvio. Al igual que la casa donde habita el Zashiiki-warashi ha de reconocerle y venerarle para atraer a la buena suerte, de igual manera la artista nos sugiere un modo de aproximarnos al reino de lo íntimo, de lo que se deja dentro de un cajón par evitar que sea visto. En este sentido, reconocerlo, reconocer que al menos existe un ámbito donde no se sabe bien si se evita ver o no se desea ver, sus acuarelas nos remiten al territorio de lo secreto y de lo íntimo.
Sus dibujos desprenden una siniestralidad infantil donde una incomodidad en la percepción nos lanza en pos de aquello otro que no es visto. Efectos de perspectiva imaginarios, sombras misteriosas, el imaginario infantil subvertido por una extraña atmosfera, todo ello nos envuelve en nuestras propias vivencias haciéndonos comprender que, quizá, sea más bien lo intangible, lo transparente, lo efímero e impredecible lo que nos ha ido construyendo para traernos hasta aquí.
Como conclusión, ambas artistas enfatizan de manera magistral la importancia que la pintura, pese a las miles de muerte a las que ha sido lanzada, aún tiene para el arte. Capacidad de sugestión, de imaginar, de traspasar el umbral de lo obvio y lo presente, para dejarse embaucar por lo aún-no-construido o por lo no-mostrado. Pintura por tanto, y pese a la fragilidad de sus composiciones, de una contundencia muy poco común en la actualidad.

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