jueves, 24 de marzo de 2011

CITYTELLERS: LA EXCLUSIÓN COMO DESTINO SOCIAL


FRANCESCO JODICE: CITYTELLERS
GALERÍA MARTA CERVERA: hasta principios de Abril.
(artículo original en 'arte10.com': http://www.arte10.com/noticias/index.php?id=386)

Si hacia algún lugar cabe dirigir la preocupación arquitectónica, es a intentar esclarecer las vinculaciones que operan entre sujeto y medio ambiente. En este sentido, muchas prácticas artísticas actuales enfatizan los procesos de subjetivación en relación directa con el medio ambiente –la ciudad preeminentemente- para, desde ahí, llevar a cabo un estudio sociológico acerca de las verdaderas –si es que todavía existen- condiciones desde las que pensar un sujeto autónomo y libre. Francesco Jodice, en su proyecto Citytellers, lleva documentando desde 2006 una serie de lugares, macrourbes en su mayoría, para hacernos ver que la exclusión que propicia el régimen socio-político basado en el espectáculo – y la separación a velocidad límite que opera en su interior- es nuestra destinación más esencial.

“Hoy en día hemos puesto en práctica los tres atributos de lo divino: la ubicuidad, la instantaneidad y la inmediatez; la visión total y el poder total. Esto ya no tiene nada que ver con la democracia, sino con la tiranía”. Paul Virilio, arquitecto de formación, es quien se expresa así de claro en relación a lo apocalíptico de una sociedad, la nuestra, que ha demolido todo legado ilustrado.

A este respecto, el de la hecatombe de los dictados ético-prácticos de la modernidad reconvertidos en mera supervivencia individual, la ciudad, otrora lugar preeminente de comunidad social, se ha convertido en el momento privilegiado para la representación de las contradicciones mismas de la modernidad. Y es que es en la ciudad donde, con mayor urgencia que en ningún otro lugar, se está llevando a cabo la profética sentencia de Baudrillard: “algún día, lo social quedará perfectamente realizado y habrá sólo excluidos”.

Franceso Jodice, también arquitecto de formación, plantea en la exposición que se puede ver hasta principios de abril en la Galería Marta Cervera, un recorrido privilegiado por tres ciudades para enfrentarnos a las contradicciones a las que se ven sometidos los primados de la modernidad y a su barrido completo de todo ámbito de socialidad y comunidad.

En este sentido, si Jodice apela a la arquitectura no es en manera alguna para hacer glosa del ya archimanoseado concepto de no-lugar –encarnación privilegiada de lo apolítico postmoderno-, ni tampoco para valerse de una difusa espectacularización de la megalomanía de lo arquitectónica, sino para enlazar con una reflexión sociológica acerca de las relaciones entre el ser humano y el medio urbano que le rodea.


Es el ser humano, el ciudadano y su relación con el medio social lo que le importa, siendo la arquitectura la representación perfecta de esa mediación que, una vez hundida en la dialéctica del simulacro, en la vorágine de la hiperaceleración, se ha tornado simulación perfecta para un régimen que tiene en el espectáculo a su weltanschauung particular. Si el espectáculo es, como dijo Debord “la principal producción de la sociedad actual”, a Jodice le interesa la arquitectura como elemento de hipervisibilidad a partir del cual diseccionar el entramado fantasmagórico de las macrourbes actuales.

A este respecto, el video Dubai Citytellers es más que sintomático. Con menos petróleo que sus vecinos, los jeques decidieron traer para sí el régimen productivo-disciplinario occidental pero en su versión más espectacular. Llamando en masa a los hedge fund, prometiendo lo imprometible que permite el juego de las macrotransacciones, adoptando una democracia simulada, que parecía conciliar a la perfección lo laico y lo religioso del mundo musulman, Dubai terminó por hundirse en el mismo barro sobre el que se había levantado.

En el video de Jodice, edificios que van del pastiche postmoderno en versión high-tec, a lo zafio de lo hiperespectacular faraónico, son descubiertos en la insoportable realidad que esconden detrás: empleados contratados en masa por la llamada del petrodólar, se ven encarcelados y expuestos a condiciones ínfimas de supervivencia hasta reunir el dinero suficiente con el que regresar a sus países.

Confinados en suburbios para no molestar en la experiencia 5 estrellas lujo que busca el turista ocasional, los trabajadores son traídos y llevados en autobús para que, tan pronto como termina su jornada de 15 horas, ser devuelto a su lugar. Esclavitud y segregación, masificación y supervivencia, son las realidades en que vive –seguro aún hoy a pesar del crack sufrido por la ciudad- el obrero.

Aral Citytellers se centra en un espacio que, después de un error técnico debido a la necesidad de prestar agua a los ríos Amu Daria and Syr Darya para irrigar los cultivos, se ha convertido en un inmenso desierto. Lo que antes era el lago Aral, el cuarto mayor del mundo, es hoy un secarral donde sus habitantes luchan por sobrevivir en condiciones pésimas.


El tercer vídeo, Sao Paulo Citytellers, nos muestra los entresijos de una ciudad, Sao Paulo, que con cerca de 18 millones de habitantes tiene en la autogestión una de las principales armas con que luchar contra el despotismo y la ineptitud de los políticos. Jodice da voz a diferentes grupos de personas – grafiteros, pilotos de helicóptero, vendedores de coches blindados, recogedores de cartones de la calle- para concluir que, hoy en día, si la ciudad sigue atesorando el valor privilegiado de infundir procesos de subjetivización, es debido al hecho de que traza y marca las estrategias más elementales a la hora de crear procesos de identificación: bunkerización y supervivneica, hipervigilancia y delincuencia, exclusión y marginalidad.

Los tres vídeos, formando parte del proyecto Citytellers comenzado en el 2006, dan buena cuenta de la situación actual enfrentándonos a una realidad inapelable: que lejos de ser la globalización la destinación utópica y buenhumorada de una humanidad que ha arribad a las estribaciones últimas del progreso limpio y sano, la tontuna de la aldea global no remite sino a un proceso –simulacionista y global como deben ser ahora todos los procesos- que tiene en la aldeanización y exclusión a su polo negativo.

Si bien es cierto que, por una parte, la globalización cae de lleno dentro de los procesos que han tratado de ampliar con carácter de universalidad nociones sobre las que se levanta la Declaración Universal de Derechos del Hombre, no es por ello menos cierto que en su puesta en marcha, en la demolición que toda producción de sentido –de identidad y sociabilidad- trae consigo, han terminado por violentar todo esquema político y social asentado sobre las bases de la justicia y la igualdad, para operar una sangrante dialéctica especular –y, como no también, espectacular- sobre la que asentar la victoria del hipercapitalismo.

En las salvajes arquitecturas mostradas por Jodice, en la fantasmagoría de la majestuosidad árabe, en la abigarrada condensación del espacio claustrofóbico de Sao Paulo, en lo desértico propiciado por una tecnificación del medio ambiente, lo único claro es que los intentos de silenciar todo en el simulacro de la globalización como último refugio del progreso y el hiperdesarrollismo, no es más que la última vuelta de tuerca para la instauración plena de lo disciplinario como estrategia precisa de control.



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