martes, 8 de noviembre de 2011

HIRAKI SAWA: IMAGEN, TIEMPO Y MEMORIA


HIROKI SAWA: THINGS GO AROUND
GALERIA MAISTERRAVALBUENA: 27/10/11-10/12/11

Quienes pudimos ver hará dos años la primera exposición de Hiraki Sawa en la Galería Maisterravalbuena, ya nos pudimos dar cuenta de que estábamos ante un artista de lo mínimo. Como si su leitmotiv fuese aquello del menos es mas, Sawa, atrapado como muchos otros entre dos continentes, entre dos tradiciones, pone en escena una escenografía mínima y atenta al detalle para, desde ahí, construir ensoñaciones donde tiempo y memoria parecen disolverse en su quedar remitidos a un intersticio, a un lugar liminar donde la mirada se despliega sin rumbo fijo.

Y es que desde su video seminal, 'Dwelling', en 2002, realizado aún como estudiante en la Slade School of Fine Art de Londres, sus temas remiten a un lugar onírico, donde la lógica causal es eliminada para, así, hacer surgir una suspensión, una inadecuación entre la mirada y su efecto. Sus videos transportan al espectador a un estado cercano a lo inconsciente donde imagen y sonido conforman un mundo casi fantasmal habitado por sombras, por paisajes poéticos donde todo queda desplazado y desajustado.

Silencios, escenas en blanco y negro, una topología que parece basada en el juego de las sobras chinescas, una simbología objetual donde cada cosa no se-significa ni representa, sino que más bien parece sugerir. El espectador se convierte en un voyeur de la pura-sensación, donde toda accidentalidad –la de la trama, la de la narración- es eliminada para basarse en esa economía de lo mínimo donde toda remisión a la lógica del sentido es amputada: el espectador se transforma en una máquina escópica, dispuesta a ver siempre aquello otro que pareciera estar vedado a la mirada.

Pero, si a primera vista su trabajo pudiera ser tildado simplonamente de surrealista, una mayor atención nos permite ver en su trabajo una honda preocupación por el lenguaje cinematográfico. Porque si tiempo y memoria parecen ser los conceptos preeminentes de su obra, ambos quedan engarzados como momentos límites en el aparecer de la imagen. Así, pensamos, una obra atenta a representar lo irrepresentable del tiempo y de la memoria, solo puede funcionar apelando a los niveles de significación que surgen de la imbrincación precisa de planos e imágenes.


 
Es decir, debajo de las imágenes que él nos presenta no existe nada: ni ensoñaciones, ni un efluvio de deseo reprimido ni la representación latente de lo otro-real. No, la misión que Sawa tiene para su arte es la de la representación de la suspensión, la de la desconexión entre imagen y sentido, la de la indeterminación de un efecto que pudiera ser perseguido desde un primer momento. Porque habérselas con la lógica de la sensación tiene como prurito indispensable un corte estético y epistémico que dé pábulo a lo indiscernible, a lo indeterminado. No hay nada que representar y, por ende, tampoco nada que desvelar: solamente la mirada, esa máquina-escópica en la que se convierte el espectador y que redunda en una reorganización de los afectos, una reconfiguración de los efectos.

Abrirse a un nuevo camino de subjetivización solo puede venir dado por este nuevo dinamismo de la causalidad temporal, a esta estanflación de los efectos y a la implosión de toda continuidad.

Para esta ocasión, Sawa ha dispuesto de 6 diferentes obras que tratan de rastrear y explorar formas de conocimiento a través de la memoria y de un tiempo circular que vuelve siempre el mismo. Antiguas máquinas de cálculo, engranajes de antiguos relojes, campanas que giran y giran eternamente, etc: todo ello remite a una metáfora de las galerías interiores, del espacio más íntimo y personal de cada uno, de la temporalidad de una conciencia que retorna a cada instante para jugar a despertarse.

Ejemplificación casi perfecta del Eterno Retorno de Nietzsche, aunque quizá más cercano a la sonata de Vinteuil y, por ende, a la noción bergsoniana de duración, Sawa trata de representar ese irrepresentable, ese punto de fuga que se evade entre instante e instante, ese intersticio que fluye en el pliegue deleuzeniano de la sensación, esa fractura que media entre fotograma y fotograma.


 
Obra destaca de esta exposición es “Things Go Around”, video donde la idea de simultaneidad y fragmentación va construyendo una lógica de la sensación circunscrita a un movimiento cicloide que termina por desarrollarse sin principio ni fin. El tiempo, la memoria, la circularidad, el ritmo sincopado: Sawa juega magistralmente en ese intersticio que se resuelve a medio camino entre la imagen-tiempo y la imagen-movimiento.

Otra vez resulta pertinente resaltar las vinculaciones entre arte y técnica, relación esta que surge no como una necesidad de novedad, de permitirse unos devaneos más o menos en consonancia con los tiempos que corren, sino que entre arte y técnica siempre ha de mediar una relación de imperiosa necesidad: por ejemplo, esta que tiene Sawa de referirse a ese infinito interior que nos conforma, el tiempo.

En este sentido, si el cine, el video, puede ser considerado como arte lo es solo en la capacidad que tiene de presentar el tiempo y movimiento como ese nexo que resuelve cada instante en su propia fuga, en su puro diluirse en su propia ausencia.

De ahí que el buen hacer de Sawa no remita simplemente en la contundencia de sus obras, sino que, incluso, puede pensarse en su cine como ese doble olvidado de lo que pudo haber sido una técnica que parece condenada a repetirse en el divertimento, mimético y teatral, de lo palomitero.

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