sábado, 27 de febrero de 2016

ARCO’16: ASEGURAR LA JUGADA, GANAR PARA EL FUTURO


No sé si es buena idea comenzar un texto  sobre ARCO con un guiño al recientemente fallecido Umberto Eco y su “apocalípticos e integrados”. Y no lo sé no por que no sea pertinente sino por su obviedad: cada año, en esto del arte y su mercado nacional, los mismos interrogantes que uno ve ya como parte del decorado. Entre los que ven en esto la penúltima intentona de un mercado decrépito y los que se agarran al entusiasmo loco de no dejar de ver brotes verdes, lo mejor, pienso yo, es normalidad.
Más aun cuando, como cada ámbito de producción capitalista, el mercado del arte también tiene sus secretos que guardar y, ciertamente, de puertas para adentro, poco se llega a saber. Me refiero a beneficios, coleccionistas nacionales, hasta qué punto influye el tan manido IVA, fortaleza del sector más allá de estos cinco días a la carrera, etc.
Sea como fuere ARCO cumple 35 años y como los 30 los cumplió con más inestabilidad que otra cosa, el miedo ha hecho posponerlo sabiamente para esta extraña efeméride y celebrarlo de modo particularmente acertado: asentándose en sus bases, en los logros cosechados y la constatación de haber logrado una identidad propia. Y es que no hay futuro –y recordemos que el lema de este año es Imaginando otros futuros– sin la integración de un pasado y sin la constatación identitaria de un presente.
Una efeméride que, a mi modo de verlo, sirve para subrayar el carácter propio de una feria que es la que es: si no se parte del dato obvio de quienes somos difícilmente puede haber futuro. Dejarse de tantos “y sis” y tantos “porqués”, celebrar lo que ARCO sigue suponiendo para el arte contemporáneo español y, desde aquí, ir a por más.

Uno de los varios Kounellis que hay diseminados por la Feria
Y sí, obviamente se le puede decir cuatro verdades a esta feria: que si su falta de sorpresas, su nivel plano y convencional, etc. Pero entre que una feria no está para ser sometida a análisis exegético-crítico y que, insistimos, es ahí desde donde hay que trabajar, cantar lo obvio es una banalidad que dejo para, ahora sí, los apocalípticos.
Porque lo cierto es que si se tiene una vocación entre el flâneur y el trapero uno puede disfrutar de esta feria como un enano. Indagar, acercarse, preguntar, curiosear, desesperarse, indignarse, sorprenderse, etc: hay para mucho si, claro está, al arte se va –aunque sea en el contexto de una feria– no para hallar respuestas sino para proponerse preguntas.
Entrando en materia, lo más señalable son las 33 galería encargadas de dar relumbrón a la feria y celebrar sus 35 añitos. Dos artistas por stand, hay encuentros muy fructíferos: nos quedamos con Günter Brus y Ángela de la Cruz en Krinzinger, Danh Vo y Mona Hatoum en Chantal Crousel o Jorinde Voigt y Dan Graham en la Lisson. A parte, las fotografías David Maljkovic (Annet Gelink), el video de Rogelio López Cuenca (Juana de Aizpuru) y, sobre todo, los ejemplos de la obra conceptual de Ian Wilson (Jan Mot) y la instalación performativa de Tino Sehgal en Marian Goodman.

Siempre hay un artista desnortado...
Dentro ya del programa general, y con ese regusto a lo convencional que invade cada uno de los stands, sí que uno puedo ir picoteando de aquí y de allá para quedar al menos mínimamente satisfecho. Néstor Sanmiguel y el lienzo de Karmelo Bermejo en Maisterravalbuena, las esculturas de José Dávila que tanto nos gustaron hace dos años ahora en Nicolai Wallner, el último video de Laida Lertxundi en Marta Cervera, aunque ya conocida la obra de Enrique Radigales en The Goma, varios Kounellis que ya es motivo de visita obligada (creo que nunca me cansaré), Luis Úrculo (nos alegramos de volver a verle, también en Casa Leibniz), Pep Vidal en Louis21, Concha Jerez en Aural, Jorge Perianes en Max Estrella, Travis Sommerville en Beta Pictoiris (actualmente con exposición en Ponce+Robles), Guillermo Mora en Casa Triángulo, Ignacio Uriarte con una capacidad casi infinita de hacer algo con nada en Nogueras Blanchard, el gran espejo de Anish Kapoor en Lisson, las pinturas siniestras de Manuel Ocampo en Nosbaum Reding, Mateo Maté en NF, las telas de Babi Badalov en Jerome Poggi.

Stand de Maisterravalbuena con Néstor Sanmiguel y B. Wurtz

Por último, no olvidar pasarse por las dos instalaciones que hay, la de Leonor Serrano Rivas como Premio Solán de Cabras y la del colectivo neozelandés et al en West que por lo menos desoxigenan las meninges un poco.
Pero como lo interesante es mimetizarse con el panorama circundante hagamos nuestra lista de lo mejor o, mejor aún, lo que no hay que dejar de ver:
1-     Tino Sehgal (Marian Goodman): solamente por la experiencia de introducirse dentor de su cubo negro merece la pena pasarse por ARCO.
2-     Laida Lertxundi (Marta Cervera): presenta en ARCO su nueva película. Quizá un peldaño inferior a las otras o que, quizás ya la conocemos. Pero hipnotiza igual.
3-     Mateo Maté (NF): no sabemos el propósito de su venta de huesos, pero para nosotros que es un puñetazo de humor en toda esa ideología del artista como sumo hacedor de un idealismo trasnochado.
4-     Pep Vidal (Louis21): si la realidad más que para ser representada está ahí para ser vivenciada, experimentada, dudada, problematizada, etc., las propuestas artísticas de este matemático y físico son de lo mejor. El arte para desprenderse de seguridades.
5-     Oscar Santillán (NoMínimo): quizá habría que reflexionar un pelín más si su obra no es una gran bufonada…pero viendo a un médium contactar con Nietzsche es algo ya de por sí sublime.
6-     Jorge Perianes (Max Estrella): artista o, mejor, poeta de la cotidianeidad. Sus piezas son ejercicios mínimos.
7-     Mark Manders (Zeno X): he leído que está comprada o casi comprada por Helga de Alvear. Y no es ese el único mérito de la artista.
8-    Antonio López (Marlborough): Sí amigos, el manchego universal, una vez acabado su cuadro “real”, está presente. 2,5 millones de euros. Es bueno pasarse a verlo, para ver quiénes somos.

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