jueves, 2 de febrero de 2017

IGNACIO URIARTE: SALIR DE LA OFICINA


IGNACIO URIARTE: TIPOLOGÍA DE DIBUJO ESCULTÓRICO
GALERÍA NOGUERAS BLANCHARD: 21/01/17-18/03/17

Del trabajo de Ignacio Uriarte ya hemos dado cuenta en este blog y, hemos de decir, que siempre nos ha interesado. No obstante, he de reconocer que cuando supe de su nueva exposición dudé bastante: extrapolando al común de los mortales la poca imaginación que tengo, dudaba de que el nuevo trabajo de Uriarte pudiera encandilarme. La razón es que –y entono aquí el mea culpa– uno siempre tiende a cerrar tras de sí una fina capa de seguridad con la que emitir juicios tan solventes y rápidos como el mundo actual requiere de nosotros.
Vista la presente exposición, solo podemos decir que Uriarte ha hecho, como suele decirse, de la necesidad virtud. La senda por él inaugurada, saluda con éxito por muchos, era tan proclive al aplauso como difícil de sortear el escaso recorrido temático que parecía tener. Y es que, por mucha novedad y aire fresco que trajese, el aburrido mundo de la oficina no podía surtir eternamente a una práctica artística que no puede eludir la toma de riesgos.
Digo todo esto, obviamente, porque sus nuevos trabajos, sin como suele decirse un tanto místicamente traicionarse, remontan el vuelo en un horizonte  que uno imaginaba cerrado. Sin dejar de ser fiel a la aparente simpleza de sus propuestas ni al reducido espectro de estrategias y material utilizado, Uriarte reactualiza su trabajo para ofrecernos obras más meditadas, más concentradas en el legado heredado, enfatizando más su carácter de obra de arte, más atentas a las preocupaciones estéticamente formales de su trabajo.
Sin dejar de utilizar sus dos únicos medios materiales –el bolígrafo y el folio en blanco– el display de estrategias dispuestas en esta nueva exposición dan cuenta de una honda preocupación por el devenir estético de la propia obra. El gesto en el trazo y la velocidad imprimida van creando una malla de sentido, una tupida red de diferencias y repeticiones a partir de los conceptos  de lleno y vacío, que crean espectros tridimensionales donde prima el carácter escultórico y donde, sobre todo, es el juego entre visibilidad e invisibilidad, entre marca y huella, lo que sustenta la lógica representativa empleada.


En un mundo saturado por una hipervisibilidad esférica que no deja espacio de sombra alguno, la simpleza programática de Uriarte nos enfrentan con nuestros más primarios monstruos: si para algo seguimos necesitando del arte es para crear el sortilegio de que aún quedan espacios en blanco que recorrer, que aún guardamos la posibilidad de un desfase entre la mirada administrada que lo ve todo y una mirada estética preocupada en generar antagonismos y vibraciones, puntos de fricción donde se muestre que todo ver descansa en una capacidad que hay que mantener pese a todo: la de no-ver.
Como resultado, de su trabajo emana una sensación misteriosa, una lógica inaudita donde la nada y el vacío protagonizan el gesto inaprensible de la representación. Y ello, sin emplear fuerza alguna, dejando todo aparentemente en el más desconcertante de los azares y de las aleatoriedades, sin imposición de registros ni de códigos. Y es que la ausencia tiene esa característica: que solo cabe ser mostrada en la falta de finalidad inferida de la presencia despótica de la tinta, del dibujo del trazo, del gesto repetitivo.    
En suma, y para no reiterarnos en una conceptología incapaz de dar cuanta de todo el potencial perceptivo que solo puede ser vivenciado en directo, bien podemos decir que aunque Uriarte podía haber hecho horas extra, ha preferido salir de la oficina y, sin dejar de ser él mismo, eso le ha sentado muy bien. Y a quién no, podríamos irónicamente preguntarnos. Pero no es tan fácil: ante el riesgo ante una tarde sin nada que hacer, hay quien opta por llevarse el trabajo a casa.

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