martes, 22 de diciembre de 2009

CUESTIÓN DE FE: LAS REDES DEL ARTE CONTEMPORÁNEO


ELISABETH ARO: “BIG SHOW
GALERÍA METTA: 12/11/09-09/01/10

El arte, en su consabida muerte, no hace sino expandirse. Tanto es así que, de una u otra forma, todo es arte. Parece que el arte no solo se resiste ha llevar a cabo su acta de defunción sino que lo llena absolutamente todo. Ejemplos hay para dar y tomar. Pero, lo extraño a veces, es que, lejos de paralíticas formas de urbanismo, alejado de periclitadas maneras de frivolidad y espectacularismo, el arte lo logra también según sutiles mecanismos. Ocultación y desmaterialización, consiguen una efectiva manera de reducir el campo expansivo del arte que, apenas son propuestas, se ve claramente que es en el ‘todo’ en donde tratan de anclarse.
Lo cierto es que desde Schiller el arte remite siempre a algo fuera de sí. La estética como finalidad desinteresada de Kant dio pronto paso a la más pura externalidad: si el arte es aquello a lo que no le va ningún concepto, no hay que ser muy perspicaz para proponer un arte como lo otro del concepto que nunca coincide consigo mismo. Pero lo desgarrador está ahí mismo: ¿cómo escapándose de sí mismo logra el arte venir a coincidir con su concepto? Nos hallamos en los límites de la dialéctica negativa de Adorno.
Se trata por tanto de un arte de la botella de Klein, un arte que toma a la cinta de Moëbius como ejemplo perfecto y que se resume en aquellos intentos de Duchamp por conceptualizar lo ‘infrafino’: aquello en que exterior e interior coinciden.



Pero, en el fondo, no es algo tan extraño a nuestras filosofías. Ser es siempre ser otra cosa, pensar es siempre el pensamiento de otra cosa. En definitiva, en un mundo donde ser y deber ser nunca coinciden, la distancia que Marshall McLuhan postuló como esencia del arte se derrumba en un aleatoriedad que no propone, eso sí, sino lo mismo una y otra vez.
Sin embargo, el mundo, aquello que se delata como estetizado por completo, es demasiado complejo como para ser recubierto por completo. Siempre hay fugas, puntos de torsión y de ruptura.
Lo que Elisabeth Aro propone en esta exposición es dar forma a lo informe de un mundo desgajado en estructuras semióticas altamente conceptualizadas. Así pues, la expansión del arte que ella propone, intenta amoldarse a los genéticos devenires de unos constructos, los existenciarios de unos “mundos de vida”, fagocitados desde su propia génesis,
Así, la estrategia es postularlo todo sin enseñar nada más que el esqueleto. Si a todo pensamiento le es posible adscribirle una forma, lo que en Wittgenstein vendría a ser primero una proposición y más tarde un determinado juego del lenguaje, Elisabeth Aro trata de hacer lo mismo desde la estética de las formas. Para ella las formas son datos a-proposicionales que conjugan determinados sentimientos y pensamientos. Su arte es de esta manera proyectivo, la percepción que propone es altamente evocadora, y la dialéctica exterior /interior es fragmentada por completo.
Para ello, como decimos, toma los datos del exterior como redes de formas que proponen determinadas topologías evocadoras. Llegar al fondo de ellas puede coincidir con alcanzar el vacío, perderse en sus propuestas coincide con dejarse obnubilar por formas seductoras a veces o tétricamente complejas otras. En una palabra, superficie y profundidad vienen a coincidir y eso, o tranquilice o nos exaspera por completo.




Su propuesta no es nada sencilla y a menudo la dificultad del discurso hace que los árboles no dejen ver el bosque de una manera tan precisa como la que ensayamos aquí. Porque, además de lo hasta aquí dicho, también hay juegos de percepción basados en los finos materiales por ella empleados, también está la incomprensiblemente querida problemática de los objetos a la hora de ocupar un lugar, y la dialéctica público/privado como consecuencia primera del hecho de problematizar las referencias del espacio.
En definitiva un arte, el aquí propuesto, que trata de pescar con unas redes por las que todo se escapa. Pero el truco está ahí mismo: sólo dejándolas vacías, se sabe que las topologías aquí formateadas son capaces de proponerlo todo en su más concisa invisibilidad. Casi cabe apelar a la misma fe de los Apóstoles al ver las redes llenas: o realmente la complejidad está encerrada en las formas topológicas aquí presentadas o es que, ineluctablemente, al mundo le queda ya tan poco que no haya caído en las redes de la banal estetización que, efectivamente, las redes están vacías.

1 comentario:

  1. solo ahora descubro esto que has escrito de mi trabajo. estoy fascinada por el modo que has visto algo que yo quería decir pero no tendía palabras.
    ¿como puedo contactarte? Elizabeth Aro

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