SOFIA JACK: ‘TODO LO SÓLIDO SE DISULEVE EN EL AIRE’
GALERÍA FÚCARES: 08/09/11-22/10/11
Con el más que sugerente título de ‘Todo lo sólido se disuelve en el aire’, Sofía Jack presenta esta su segunda individual en la Galería Fúcares de Madrid con la que continúa indagando en las relaciones íntimas y subjetivas que conforman la –siempre diferente- realidad.
Tomando como campo de experimentación lo privado del entorno casero, la obra de Jack permanece atenta a esos finos hilos que tensan la realidad entera para darle ese giro subjetivista y único con el que la cotidianeidad queda construida como conglomerado de efectos psicológicos, efectivos y emocionales.
En sus series, dos en este caso pero que atienden a motivos bastante semejantes, es la ausencia de una presencia intuida la que queda evidenciada en unas escenas que recrean el ambiente frágil pero seguro de los confortables hogares. Ejecutados con carboncillo, lo difuminado de los blancos y los grises nos evidencian la fragilidad de una escenografía apunto de disolverse, como bien dice el título, en el aire.
Y es que hacia donde apunta Jack es a desvelar lo cercano que conceptos como el de seguridad e indefensión, solidez y vaporosidad, pueden llegar a estar.
El giro de tuerca perseguido en la ejecución de estas obras es hacer del hogar familiar una metáfora completa de la construcción global de la realidad. Así, su tesis sería la misma que la de Marshall Berman en su ensayo del mismo nombre: la convicción de que, detrás de un mundo racionalmente sólido, todo descansa en una virtualidad gaseosa, en una esponjosidad vaporosa.
Dicha tesis, más que archiconocida para todos, no es otra que el enésimo retorno de la ya famosa cita de Marx y de la que es tomada el título de esta exposición –y del ensayo antes mencionado: la modernidad, envuelta en un halo de progreso y racionalidad, no es otra cosa que un proceso bárbaro (Benjamin) y mitológico (Adorno, Horkheimer) con el que elevar la razón a endiosado momento de la humanidad bajo la estrategia de instrumentalizar y homogeneizar una razón plural e indómita.
En este sentido, quizá sea Lipovetsky el último de los que han venido a sumarse al carro de la célebre frase para llegar a la conclusión –postmoderna claro está- de que la maquinaria, en este proceso acelerado de disolución de los sólidos cimientos de una civilización, ha terminado por alcanzar su zenit: no ya acaparamos merced a un disciplinamiento utilitarista y egoistizoide, sino que, hete aquí, acaparamos para ser capaces de desprendernos de nuestras mercancías con una rapidez cada vez mayor.
Sea dicho de una vez: el placer de los placeres no es ya tanto el momento de la compra –ahí donde parecen dirigirse la mercadotecnia socio-cultural del momento-, sino el momento del desechar, del dar por viejo y antiguo cualquier cosa adquirida quien sabe si la semana pasada. Así las cosas, lo paradójico de esta conclusión es que lo invertido ha llegado a ser un momento de lo falso: o dicho de otra manera, que a la hora de ‘construir’ lo ligero y liviano pesa ahora más que lo sólido y cimentado.
Sea como fuere, lo cierto es que Jack transita por esta senda de la fantasmagorización de la realidad para hacer un preciosista y estetizado ejercicio de siniestralidad freudiana con el que ir a dar a un grácil extrañamiento de nuestras coordenadas cotidianas. Su proceder queda incardinado aún en la recurrente estrategia de querer ver, como Marx, una realidad diferente –sólida y poderosa- debajo de esta realidad reblandecida y frágil. Así, si el segundo apelaba a la lucha de clases para desasir a la humanidad de una alienación a la que parecía destinada, Jack quiere ver en los invisibles juegos de sensibilidades el punto de fuga por el que filtrar una ‘verdad’ a la que acogerse y no caer en esta disolución aérea tan –por otra parte- seductora.
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