Artículo
original publicado en ‘El Bombín Cuadrado
nº 10’: http://elbombincuadrado.com/index.php/es/no10la-flor-y-nata/113-leyendomeando/255-la-flor-y-nata-o-el-triunfo-del-espectaculo.html
Nada de títulos
nobiliarios, de prestigios ganados en el campo de batalla; nada tampoco de la
constancia del esfuerzo, de la autoridad, de la sapiencia del erudito. Ahora la
flor y nata campa a sus anchas en el campo de lo ‘hiperespectacular’ y lo
‘hipervisible’.
Si la sociedad
al unísono late según la pulsión dromótica del devenir líquido, la flor y nata
queda cifrado en una inercia de clase, en una querencia latente en el pathos
aristocrático que, junto a un cinismo superlativo, ve disolverse todos sus
fundamentos y no ve otra solución que quedar refugiados en la pamema
generalizada. Total y resumiendo, en la era del cinismo circunspecto, la flor y
la nata es para aquel que se la trabaja: para aquel que hace de su careto
exhibición y de su vida epítome del buenrollismo fiestero.
Y es que, se
quiera o no, los mitos —y más en épocas de crisis como la actual— van cayendo
uno a uno. Si la tesis según la cual uno asciende en el campo laboral hasta que
alcanza su cuota de improductividad e inoperancia máxima era, hasta hace bien
poco, una coletilla cachonda, hoy no es más que la cruda realidad. Desde
políticos a actores, desde banqueros hasta presentadores de la tele, todos
hacen gala de una macarrónica pose de enrollados que no es otra cosa que la
imagen especular de su impotencia, de su quedar vendidos a una biografía de
meapilas.
Pero las cosas
no son así por casualidad: el capitalismo, centrifugado en su acercamiento
excesivo al núcleo, a la zona traumática donde apuntito se desvela lo Real —que
detrás no hay nada, absolutamente nada, solo si cabe las máscaras abyectas de
esos “payasos”—, hace que lo esquizofrénico y traumático acampe a sus anchas en
el campo libidinal, saltándose así todos los preceptos de reglaje y distancia.
No por otra razón dice Zizek que las
crisis no son otra cosa que la causa de haberse permitido a grandes masas de
población acercarse demasiado a lo Real, causando —y buena prueba de esto puede
ser nuestra nueva “princesa del pueblo”, la Belén Esteban— una esquizofrenia
global, una pulsión sincopada como reducto de un exceso no digerido por el
sistema.
Solucionar la
metedura de pata no implicaría nada más que un reajuste en las posiciones que
redundaría, como ahora sucede, en una tolerancia bienpensante frente al otro,
en una eliminación de las diferencias para, así, rebajar la tensionalidad
libidinal. Esta estrategia a seguir no ha sido difícil ya que hoy, cuando el
plano de representación está anulado en la propia instantaneidad de la imagen-mundo,
cuando asistimos a una barroquización extrema de los mundos de vida, todo es
alegoría y de ahí que, como dijera Benjamin,
“cualquier persona, cualquier relación puede ser cualquier cosa”.
Aunque, claro
está, la alegoría misma es una alegoría: la de la lógica del espectáculo que
dicta que verdad y falsedad son, ambas, un momento de lo mismo: el de la
fantasmagoría que remite a esa creencia infundada del ‘cualquier cosa’
instalándose entonces como nueva zona traumática: imposible de diferenciar
—porque en el fondo da lo mismo— que su pertenencia a lo más selecto y granado
sea por mor de algún merito o sea simplemente una consecuencia de su genética
idioticia, el caso es que la flor y nata ocupa ahora los parabienes de un nuevo
capital, aquel que se necesita para el adiestramiento de grandes masas de
gentes y la catexis de grandes cantidades libidinales: la flor y nata es
entonces el epítome perfecto para aquel a quien aún se le permiten sus gozos y
satisfacciones —ser cocainómana, cornuda, inculta, etc.— exhibiendo sus
‘triunfos’ lo más que pueda para el regocijo borreguil de los ‘iguales’, de los
que ejercemos esa tolerancia de pardillos que no consiste en otra cosa que en
aplaudir lo torticero del espectáculo, sea absoluto y triunfal.
Total y
resumiendo, la flor y la nata: el “por mi hija mato” de la Esteban, los edredoning de los ratoncitos del Gran Hermano, la
casposidad de la telebasura generalizada, la verborrea barata de nuestros
politicastros, la flema histriónica y absurdamente ampulosa de nuestros
famosos, etc. Todo eso y más conforma nuestra más preciada —y necesarias—
élite, aquella que nos da nuestro chute diario de anestesia frente a lo Real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario