ALBERT CORBI: LANDSCAPE FAILURE
GALERIA RAQUEL PONCE: hasta 17/07/12
Así la exposición en cuestión, esta
que hasta el día 17 de julio puede verse en la Galería Raquel Ponce, ha hecho saltar todas las alarmas que uno
puede manejar en estos casos. Porque, ante lo que uno pensaba era un artista
capacitado para recorrer con más que solvencia caminos ya sabidos, se nos ha
descubierto como mucho más que eso.
Yo, confieso de nuevo, pensaba que
sus ventanas selladas, sus arquitecturas de lo invisible –si se puede decir así-
eran nuevas aproximaciones a la problemática –ya más que trillada por otra
parte- de la mirada y, junto con ello, de la representación. Pero después de
esta exposición uno, después de -claro está- vérselas con sus propias miserias
y sus propias cortedades, no puede por menos que descubrir a un artista con una
personalidad propia.
Porque ahí donde se revela como
novedoso es en plantear no ya la dificultad de una mirada, sino –más aun- cómo
es posible la mirada, cómo en definitiva es posible mirar por primera vez. Y,
asociado a eso, cómo es posible siquiera narrar, contar. Ese y no otro pensamos
que es su nudo gordiano: como enfrentarse a la primera vez. O, más aun, ¿hay
primera vez?
Corbí
parece instruirnos en esa apostilla a Heráclito
que tan pronto olvidamos por paradójica. Si el efesio decía que no se puede
atravesarse un río dos veces, Corbí
pareciera contestarle que ni tan siquiera una. Y es que ese es el problema de
toda filosofía, el problema de todo nuestro régimen de representación: el
problema del comienzo. ¿Por dónde?, ¿hacia dónde?
Si la exposición de Corbí parece –y de hecho lo es-
hermética es porque para responder a estas preguntas solo se pueden dar vueltas
en círculo. Nada de asimilar la pregunta en una respuesta concisa, nada de alcanzar
la meta en un fogonazo de lucidez. El buen hacer de este artista radica en
construir su trabajo como la huella de un gran fracaso, de una espera
innecesaria en aquello que pensamos será finalmente bien resuelto.
Y es que el error viene desde el
principio: no se trata de aludir a lo frágil de una mirada dictatorial y
‘bienpensante’, sino de poner el dedo en la herida sobre la que se eleva toda
construcción representacional. Si Corbí
alude a la sociedad líquida teorizada por Zygmunt
Bauman es porque lo que le interesa es desenmascarar esa fragilidad gaseosa
sobre la que estamos construidos, esa falla epistemológica sobre al que descansa
toda construcción.
Sus ventanas selladas –como las que
presentó hace tan solo un par de meses bajo el nombre genérico de Desprendimientos,
01 en la Galería
Paz y Comedias de Valencia- remiten a la fantasmagoría psicótica
de nuestra sociedad, al trabajo sísifico en el que se ha empleado
la civilización tardocapitalista: tratar de curar la herida, de eliminar los restos de un
imposible, resguardarnos de esa luz cegadora que bien pudiera ser el campo de
lo Real. Imposible de alcanzar, pero necesario igualmente para nuestras
omnipotentes subjetividades, la mirada capitalizada apuesta por no dejarse
impresionar y hacer como que mira hacia otro lado. Seguir con la fantasmagoría,
con el señuelo de una ilusión incapacitada ya de mirar al otro lado de la ventana.
Huellas por
tanto de nuestra incapacidad para mirar directamente la imposible-Real, Corbí da acta de nuestra sociedad como esclerotizada,
bunkerizada en sus propios traumas y condenada a transigir como mejor pueda con
el fracaso.
Siguiendo esta
idea clave y central en todo su trabajo, Corbí
presenta ahora otra cara de la misma moneda, del mismo fracaso: Landscape
failure (error en el paisaje) da cuenta de esa cartografía
de lo fantasmal sobre la que trata de plegarse todo ejercicio preciso de narración
y de construcción. Y es que, si toda realidad es construida y nunca dada de
antemano, el trabajo del arte es mostrar las heridas, señalar las fracturas
epidérmicas de un ejercicio que en su propio llevarse a cabo ha de vérselas con
sus endógenos errores.
Configurando un trabajo discontinuo según el cual cada obra remite a
las demás, Corbí trenza la dramaturgia de lo intempestivo, de lo anómalo
como leitmotiv cadencioso con el que toda narración toma vuelo. Tomando para sí
el ejercicio de una narración mínima -incluso comprendida únicamente como conato,
como principio de avance-, Corbí hace funcionar una arquitectura en
grado cero como pleonasmo de la caída, de la ruina como existenciario
fundamental.
En una dinámica
que engloba cinco intentos de aproximación, Corbí traza el mapa indexado de la impotencia sobre la que descansa
la fractura entre lo real y la representación, entre lo imaginado y lo real: la
reproducción como exégesis de lo ruinoso, la interrupción como tematización de
todo intento de asimilación, la traza y la huella como anatema de todo
presente, el indicio como restos de un naufragio perpetrado todos los días.
Y, por último, la constatación de que todo
ejercicio archivístico no puede más que colarse por entre los resquicios de su
propio imposible. Si la pulsión de archivo pareciera que es en los últimos
tiempos la sintomatología precisa de aquel que sabe se diluye, Corbí también establece en este caso
una paradoja para descentrar lo ya de por si inestable. Enero 2011-Marzo, 2012 (Acumulación,
01), libro que contiene el material expuesto y al mismo tiempo forma
parte por sí mismo de la exposición, remite al carácter dual y paradójico de
toda realidad. El mito del gran atlas no es en manos de Corbí otra cosa que los restos de un estallido, la catatonia de una
implosión de fragmentos donde el sentido es siempre derivado.
En definitiva,
la obra de este artista cabe comprenderse como lo ‘otro’ del intento de hallar
sentido con el que nos enfrentamos a diario: si la razón ejerce su violencia para
imponerse, Corbí deja hablar a la acotado
y silenciado en la inmediatez de todo registro, a ese nexo que forma la
palabra, la mirada y los efectos que producen en la superficie de los cuerpos.
Quien se impone a quien, quien empieza a narrar, quien da el tono de la
secuencia justa según la cual todo (mirada, habla y acontecimiento) vienen a
conjurarse en una realidad precisa. Saber que esto es imposible, que no hay
secuencia lógica que dé en el clavo, que todo remite a una ilusión: ese es el
trabajo del gran arte, ese es el trabajo de Albert Corbí.
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