Ciudad Real, hoy 05/07/13, 12:30, inauguración
del helicóptero-rotonda.
Entre los descubrimientos más
recientes llevados a cabo por la casta política se encuentra, sin lugar a
dudas, la rotonda. Esa no-zona, ese no-lugar, inútil a simple vista pero que
oculta la verdadera voluntad política del consistorio de turno. Porque al rotonda,
en sí misma, no vale para nada. Sí, bueno, para que los conductores vayan
despacito y para que los ciclistas del Tour o la Vuelta se den de bruces con
ellas haciendo un poco más interesantes las siestas veraniegas. Pero poco más.
En este sentido, si hay que
felicitarse por tener esta pandilla de desaforados es por el partido que le han
sacado y le siguen sacando a un trocito de tierra. Ni uno mismo podría creerlo
viendo la inutilidad general que se gastan.
Al principio fueron solo unas cuantas
flores, un minúsculo jardín bien cuidado; luego, como no, un motivo del terruño
–que estamos en Valdepeñas, pues unas tinajas de vino, que en Jerez, pues otras,
el caso es crear la diferencia y hacer piña con ese caciquismo tan rancio que nos
caracteriza; luego, ya con el boom de las burbujas en plena efervescencia, vino
el avispao que dio en la diana: si ponemos una estatua, un monumento, un –en definitiva-
motivo estético, además de dar cultura al pueblo podemos trincar de lo lindo
sin riesgo de ser descubierto. Esto del arte, lo sabe todo el mundo, cuesta lo
suyo, y, además, después de la marca Guggenheim
está claro que ningún pueblecito existe sin que tenga, él también, su momento
de gloria.
Pero en estas que llega la más lista y
nos coloca un helicóptero. Nos referimos a Rosa Romero, alcaldesa de Ciudad
Real, que ha decidido dar pábulo a la idiotez circundante y condensarla en una
chorrada de tomo y lomo. Con el fin de dar mayor calado a la relación que
debiera tener –porque de eso va la cosa, de teledirigir una relación- la provincia
de Ciudad Real con la Base Militar
de Almagro, y con motivo de los treinta
años de la llegada del Batallón de Helicópteros a la Base de Almagro, no se le ha ocurrido otra que colocar en una peana un
helicóptero, un helicóptero que a partir de ahora –de hoy 5 de junio del 2013-
es, vía institucionalización, símbolo de las modélicas relaciones de orgullo y
buen rollo que existen entre Ciudad Real y la base de Almagro.
Todo, eso sí y bien clarito, con gasto cero para el
Ayuntamiento. Es decir: 78.000 euretes que se han gastado los de Inditec -empresa
concesionaria del cuidado de los jardines de la ciudad- en tamaña gilipollez,
según parece que consta en el contrato que en su día se firmó.
He odio y leído voces que se levantan
contra este atropello enarbolando la bandera del pacifismo o del mal momento
actual para llevar a cabo cualquier obra que suponga siquiera el mínimo gasto.
Ni estoy ni dejo de estar de acuerdo con esas posiciones. Simplemente no me
interesan. Si al mamoneo de quienes nos gobiernan añadimos dosis de soflamas
pancarteras e inocencia candorosa, el resultado solo puede ser aún peor.
El tema creo es más urgente y
desarbola de inmediato a toda la patulea de advenedizos que dicen tener como
profesión la política. “El corazón de Ciudad Real siempre ha estado unido al
ejército”, dice la alcaldesa. Puede que sí, puede que no. No lo sé. Pero lo que
sí que sé es que la labor del político no debe conducirse por el “siempre”. Si siempre
ha estado unido al ejército, razón de más para provocar otras relaciones, para
intentar otros nexos dentro de la ciudadanía.
Sí, ya sé que pedimos demasiado. Pero acciones
como ésta demuestran el sentido de lo público que tienen los políticos y la
idea tan caduca y rancia que tienen de la labor política. No se trabaja para la
apertura de las diferencias, sino para la consolidación de lo consensuado,
encarnado en lo peorcito de una serie de tradiciones despojadas de su raíz
vertebradora.
Este helicóptero, a mi entender, no es
síntoma de la carcoma que nos devora por ser un arma de guerra. Entrar en esas
disquisiciones lo único que logra es perder de vista el objetivo. Decidir si “sí”
o si “no” no cambiaría nada: las posiciones, en la sociedad espectacular de hoy
en día, son –valga la redundancia-, especulares. O lo que es lo mismo: en el
juego dialéctico, en el momento dialéctico auspiciado por la era mediática del
capital, no hay momento de síntesis alguno. Esto los políticos no lo saben, y
deberían –aunque no les conviene- saberlo.
Porque si lo supieran, descubrirían
que la historia no es lo sucedido, sino que es siempre esa otra mitad
por-venir; descubrirían que al fin y al cabo la misión de la sociedad es
situarse en ese porvenir donde los gestos, los cuerpos, las disposiciones de
tiempos y espacios, obturasen una taxonomía diferente, abierta a las
diferencias y no pendiente de provocar cortes y consensos.
Esa, y no otra, es la labor del
político actual: no dar cancha o dejar de darla a helicópteros, ejércitos, o lo
que diablos se le ponga en las narices. La labor de la política es crear las condiciones
para que se dé el disenso, para que la sociedad se relacione en todo momento con
esa otra mitad nunca presente. Prohibir entonces las vibraciones, enlutarlas en
una retahíla de lugares comunes donde el sentido de lo social es anticipado pro
el ordeno y mando gubernamental: ese es el dictado de los politicastros
actuales.
Quizá Ciudad Real está a muerte con el
ejército. Lo dudo pero puede ser. Pero, en todo caso, la labor del político no
debe ser en ningún caso llenar el espacio público con los símbolos que a él le
vengan en gana. Es decir, si Rosa Romero quiere poner un helicóptero que lo
ponga en su casa.
Para terminar, una cita. Muchas vendrían
perfectamente para esta lamentable situación del espacio público, pero quizá
una de Deleuze y Guattari se adapta como un guante: “un monumento no conmemora,
no honra algo que ocurrió, sino que susurra al oído del porvenir las
sensaciones persistentes que encarnan el acontecimiento: el sufrimiento
eternamente renovado de los hombres, su protesta recreada, su lucha siempre
retomada ¿Resultaría acaso todo en vano porque el
sufrimiento es eterno, y porque las revoluciones no sobreviven a su victoria?
Pero el éxito de una revolución sólo reside en la revolución misma,
precisamente en las vibraciones, los abrazos, las aperturas que dio a los
hombres en el momento en que se llevó a cabo, y que componen en sí un monumento
siempre en devenir, como esos túmulos a los que cada nuevo viajero añade una
piedra”.
Quizá, visto lo visto, deberíamos de dejarnos de tanto lamentar
oportunidades perdidas y oprobios más o menos consentidos por el pueblo y
lanzarnos nosotros mismos a hacer posible lo imposible. ¿Qué cómo? No sé si
derribando ese helicóptero en lugar de irnos de cañas, pero desde luego
haciendo lo impensado, lo que Rosa romero y sus secuaces nos tiene prohibido.
Rebelarnos y hacer lo que nadie se espera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario