lunes, 7 de abril de 2014

JUGADA A 3 BANDAS: CARAMBÓLAS A TUTTIPLAN

Benoît Maire, Nogueras Blanchard

JUGADA A 3 BANDAS: COMISARIOS+GALERÍAS+ARTISTAS 
MADRID: 05/04/14-24/05/14 (varias galerías)

Bajo la misión –que no por ser repetida como mantra deja de señalar un bucólico panorama a años luz de la sórdida realidad– de atraer a nuevos visitantes a las galerías, fortalecer el trabajo de estas, fomentar el coleccionismo y poner en valor la labor de todos los agentes implicados, se presentó el pasado fin de semana la cuarta edición de Jugada a 3 bandas.
La jugada, como siempre, y a la espera que el experimento de frutos más apetitosos en un Madrid diezmado, salió ganadora. Gente en la calle, galerías llenas, nuestra pertinente cuota de pantalla y de mercado discretamente cubierta, ventas que pensamos –y a pesar del normal secretismo– cumplirán el expediente, etc, etc., son signos evidentes de que el arte en las galerías madrileñas goza de, cuando menos, una mala salud de hierro.   
Detrás de todo el asunto, un único leitmotiv: la unión hace la fuerza. O, lo que es lo mismo, quizá no falte mucho para la derrota definitiva pero, al menos, que ésta nos pille junticos y con un botellín en la mano. Tal y como están las cosas, tal intento se nos antoja más que suficiente para seguir aplaudiendo el experimento como un loco. Y es que, a fin de cuentas, esa es la cuestión: cuando las cosas difícilmente pueden ir a peor (y después de nuestra década fabulosa de la cual no queda ni el membrete creo que todos sabemos a lo que nos referimos) solo nos queda arrejuntarnos en el solar y aplaudir toda clase de eventos a ver si en una de estas surge la petardada.

Pep Vidal, Cámara Oscura
 Y es que, a veces más cerca de la catástrofe final (¿no tiene uno la sensación de, en cada evento de esto tipo, asistir a un déjà vu por donde, como en el día de la marmota, no dejan de pasar los de siempre?) y otras rozando la hombrada que supone siempre el mantenerse con vida, la esfera artística nacional se las ve y se las desea para lograr la visibilidad que se merece pero sin por eso dejarse el equipaje por el camino. Dicho de otra manera: si no vale ganar de cualquier manera, tampoco sería lícito dejarse vencer sin oponer una mínima resistencia.
Exposiciones, que es lo que por el momento nos importa, las hay de todo tipo y color. Aquí en Madrid, de las que nos ocuparemos, la friolera de veintidós; más de una veintena de exposiciones que uno, con la urgencia de salir en la internete antes que nadie, se empeña en ver en un  día completo aún a riesgo de morir lacerado por algún comisario o galerista que te enganche por sorpresa. Y se empeña, digo, pese a que esto dura hasta mediados de mayo y pese, sobre todo, a que sería muy digno de encomio el que esto durase más que solo un día, el de las inauguraciones. Lo mismo que, casi lo contrario de lo que vamos a hacer a continuación, sería saludable superar la fase taxonómica y jerárquica en que a menudo reducimos este tipo de eventos (si no incluso la ortopedia del ‘me gusta’ cibernético, quintaesencia de la experiencia estética en estos tiempos de inanición crítica). Por de pronto, y para que no se diga, prometemos futuras entregas que entren más al detalle en algunas de las exposiciones, al tiempo que nos atrevemos a proponer si quizá en futuras entregas pudiera ser el momento de hacer participar a esa cuarta pieza denostada por molesta: la del crítico.
Alvaro Negro, Ponce+Robles
            Pero vamos al lío. Exposiciones que traen a un único artista son las de Moisés Peréz de Albéniz, García Galería y Mondo Galería. La primera trae a Phil Collins, en su día nominado al Premio Turner y hoy superviviente nada anónimo de una amilbarada estrategia artística como demiurgo de la imagen en la época de su reproducción pop. La segunda, de la mano de Manuel Segade, muestra el trabajo de Hudinilson Jr, artista marginal brasileño fallecido recientemente. Y la última propone las fotografías de Mats Bäcker, pertinente solo para quienes les mole la iconografía sagrada del rock.
Las demás, siempre con la consigna que enarbola el comisario, nos ofrecen de todo y para todos. Con la pintura y, sobre todo, el dibujo como soporte privilegiado y único hay unas cuantas. Destaca sin dudas (y no sé hasta qué punto por el juego subliminal del comisario, Blinky R. Rodriguez, alter ego de José Luis Serzo) la de Liebre. Pero también Blanca Soto, Rafael Pérez Hernando, Twin Gallery, Espacio Valverde, Astarté y Alegría,  apuestan, de una u otra manera, por el dibujo como lugar de ensoñación, de lo misterioso, de lo siniestro. Muy recomendable la del Espacio Valverde que, con un arriesgado cruce de caminos con Blake, se pregunta dónde está la sabiduría; y recomendable, pero por motivos muy contrarios, la de Blanca Soto.

Carlos Amorales, Paula Alonso
 Y ya que vamos con una que no nos gustó, aprovechamos: si el año pasado Magda Belloti dio la campanada, este año la da pero para proponer tres videos repetidos, cansinos y, sobre todo, aburridos; Bacelos tampoco nos entusiasmó a pesar de que el concepto fantasmático de la pareidolia es bien interesante; Nogueras Blanchard y Paula Alonso nos gustaron pero sin entusiasmar.
Y ya solo nos faltan las que más nos han podido interesar. Louis21 plantea una revisión del tema, tan pictórico, del muro como superficie de acumulación de estratos y temporalidades, de huellas y pintadas. The Goma nos tiene muy mal acostumbrados en esta cita y parece que se crece ante el envite: esta vez –con Bernado Sopelana al frente- alude al principio de incertidumbre de Heisenberg para dar cuenta del arte como dispositivo de construcción de la realidad, no una realidad fija y estática sino aquella otra nómada y modelable. En Ponce+Robles, David Barro perfila una exposición muy pertinente acerca del estatuto de la pintura en relación con la visibilidad y como la pintura siempre es más de lo que, a simple vista, se ve. Andrés Isaac Santana en Cámara Oscura define una exposición-ensayo que ya desde el título (Artificación) da cuenta de sus intereses: ese emplazamiento donde algo que no es arte (en los casos que nos propone la física-matemática y la arqueología-exhumación) se truecan en arte. Maisterravalbuena convierte la galería, de la mano de Paulo Miyada, en un enclave brasileño donde ellos y nosotros ofrecemos “la parte que no nos pertenece” para –quizá un pelín traído por los pelos la similitud Sao Paulo/Madrid– entablar diálogo. Francisco Carpio comisaria en Freijó Fine Art una exposición preciosa y única donde, partiendo de algunas obras de Isidoro Valcárcel Medina, pone en consonancia la poesía experimental con el arte contemporáneo. En 6más1, Alex Brahim nos ofrece una exposición que desnuda y pone al descubierto las vergüenzas políticas de este país en relación a la mitología –catalano/española, española/catalana- que nos inunda.

José León Cerrillo, Espacio Mínimo
 Y para acabar, y por aquello de hacernos los interesantes, señalar que sí, que queda una exposición, la que más nos ha gustado: la de Espacio Mínimo, titulada Todos tenemos derecho a ser honestos comisariada por Luisa Fuentes Guaza y que da cuenta desde la arquitectura de la vertiente del arte como llamada a la resistencia: frente a la construcción racional y jerarquizada de los occidentes, la exposición da cuenta de un construir guatemaltecamente (Efraín Recinos), un construir no atento a los mecanismos de inserción socio-político sino caracterizados por su excentricidad, heroicidad y aparente inutilidad.
And that’s all folks!! Vayan a ver si alguna jugada les gusta y les convence. Aunque tampoco se trata de gustar: se trata de, entre bola y bola, mover el arte, mover el mundo. Es decir, no hacer bolos, sino tocar las bolas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario