lunes, 18 de julio de 2011

NATURALEZA Y ARTE: MIRADAS ESPECULARES



ALMALÉ/BONDÍA: IN SITU
GALERÍA ASTARTÉ: hasta el 23/07/11

“Las obras de arte llevan a cabo lo que la naturaleza quiere en vano: abren los ojos”



                    “El arte no es, como quería hacer creer el idealismo, la naturaleza, pero quiere cumplir la promesa de la naturaleza”

ADORNO, Teoría Estética.

Decir arte es, sigue siendo, abrir puertas de libertad en las desoladas playas de la cotidianeidad diaria. Lo único, cabría decir, es que en esta ecuación, y habida cuenta de que la libertad desata siempre una erótica emoción, al arte se le han ido uniendo cualquier forma de rebeldía tragicómica.

Pero lo cierto es que el arte apunta a lo noúmeno de una libertad que no está debajo de ningún adoquín y a la que tampoco se la puede circunscribir a las necesidades del enfado generacional que marca los ritmos del avance capitalista. Obviamente tampoco la libertad del arte es aquella otra de la enfática genialidad cercana a la locura.

Y es que Kant en su puesta en claro de los primados sobre los que levantar la disciplina Estética, tuvo claro que el arte venía a situarse en el intersticio que quedaba entre libertad y necesidad, entre lo individual de una acción dirigida a fines y lo general de una ética de carácter universal.

Así pues, si la Naturaleza funciona como la imagen especular contra la que nuestros designios quedan circunscritos a la imposibilidad de una libertad imposible de erigirse en omnipotente e universal, el arte funciona como la instancia ilustrada por la cual el hombre quita de la Naturaleza todo lo que tiene de terrible y catastrófica. Es decir, el arte es el poder que media la mediación imposible: la que intenta conectar lo individual con lo colectivo, lo general con lo particular, la libertad con la necesidad.




Pero, en este juego de espejos con el que llenar el vacío que mediaba entre una razón práctica y una razón teórica, a la Naturaleza nunca se la dejó funcionar a su antojo. Más bien fue en relación con ella, como se perpetró la trampa fundacional sobre la que se eleva la Estética: ya el erigirse como disciplina, ya el suponer una nueva forma de comprensión del sujeto ilustrado, supone que la mirada contemplativa del sujeto cosifica en cierta manera y grado aquello que le supera: la Naturaleza.

Así Adorno es muy claro: “el arte no es imitación de la naturaleza, sino imitación de lo bello natural”. Siempre entonces una sustracción, una racionalidad que trata de evitar aquello precisamente que le supera y sobre lo que eleva.

En sentido parecido, toda la estética de Hegel se construye, de estadio en estadio, tratando de alcanzar aquello –la naturaleza- que desde el primer momento ha sido eliminado merced a la aparición de la conciencia subjetiva. La belleza natural, sostiene Hegel, está pegada a la verdad, pero se oculta en el momento de mayor cercanía, justo cuando el mirar subjetivo trata de apresarlo.

Así, no existe nunca lo bello natural como tampoco existe nunca la contemplación virginal de la naturaleza: como mucho un ideal –diría Hegel- o como mucho un polo desde donde hacer operar la dialéctica negativa –diría Adorno.

Bajo estos primados conceptuales, y siguiendo la historia propia del concepto de arte, el arte póvera supuso un revulsivo a la hora de hacer mediar la relación entre arte y naturaleza. Cansados de lo archibanal de la racionalidad artística llevada ya a sus últimos estadios, el arte povera vino a trazar otra implicación directa entre arte y naturaleza.

No ya la mirada idealizada, no ya el romanticismo de la búsqueda del ideal, no ya ni siquiera la racionalidad tecnificada. El arte povera se inserta de lleno en la Naturaleza para trabajar desde ella: ramas, troncos, raíces, piedras, son los objetos con los que llevar a cabo una nueva relación que dé carpetazo a los sienteantes intentos racionalistas.

La relación tecnificada entre arte y naturaleza, es aquí eliminada para dar a paso a otra relación más empírica y, si se quiere, también más humana, más poética, donde lo que se persiga sea una contemplación matérica de los elementos, y no ya el subterfugio necesario para allanar el campo de acción a la razón técnica.

Javier Almalé (Zaragoza, 1969) y Jesús Bondía (Zaragoza, 1952) llevan ya un par de años, llevando a cabo una obra de hondo calado poético y que bebe de las fuentes que hemos tratado de poner en claro más arriba.



Su interés queda circunscrito al paisaje, pero, lejos de situarse en lo facilón de una mirada de pleitesía al medio natural, su trabajo explora y rastrea esa mirada dogmática y emancipadora que el arte ha atesorado para sí y sobre la que se levanta el imperioo de su poder.

Si el arte puede considerarse como el reflejo de un poder invertido, el de la propia Naturaleza, y que ha servido al sujeto burgués para tomar medida de sí y lanzarse en pos de su plena autonomía, el trabajo de esta pareja trata de liberar la mirada, de problematizarla en efectos de superficie que eviten la contemplación de lo ya-dominado.

Con unos simples espejos situados en bonitos paisajes, Almalé y Bondía consiguen una mirada siempre en fuga y que nunca se posa sobre lo que ya conoce. Y es que desde el cogito cartesiano, mirar, saber y poder, funcionana como el trípode sobre el que se eleva lo dogmático de una racionalidad operadora.

La mirada que mira lo ya mirado, las imágenes como efecto de otra imagen, el cuadro dentro del cuadro, siempre han funcionando como estartegias precisas para hallanar el camino a la razón emergente –leáse en este caso por ejemplo Las Meninas y la expléndida interpretación que dio Foucault-, o para subvertir un régimen escópico ya dado alq eu ahyq eu problematizar para la ecuación mirar/poder se rompa definitivamente. A este efecto, Pistoletto, pope del arte povera, es referente claro.

Así pùes, Almalé y Bondía, con el proyecto In Situ iniciado en 2009, se sitúan en esta tradición de desbordamiento de la mirada para crear una anomalía en la plácida contemplación que bien pronto quiso para sí la prefiguración de esa entelequia llamada gusto ilustrado.

1 comentario:

  1. Decir arte es, sigue siendo, abrir puertas de libertad en las desoladas playas de la cotidianeidad diaria.
    La cotidianeidad, ¿no es siempre diaria?

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