jueves, 1 de diciembre de 2011

LO IRREPRESENTABLE DEMASIADO HUMANO



FANNY GALERA: RESPIRO TUS SILENCIOS
GALERÍA ARANA POVEDA: 17/11/12-18/01/12

Si la escultura ya de por sí ha sufrido reveses varios a manos de la expansión de prácticas artísticas ajenas a su esencia que han visto en el emplazamiento y en la tercera dimensión una nueva apertura con la que conseguir la conquista de su autonomía (según los dictados de Rosalind Krauss), la escultura como representación del ser humano ha sufrido varapalos de tal índole que ya el tildarla de ‘representación’ es un sinécdoque innecesaria.

La progresiva desvinculación que entre realidad y escultura se ha venido dando, ha dado como resultado una factura artística más preocupada en conjugar de manera disonante los tamaños y las escalas, que en seguir el beneplácito de la mimesis. Desde Rodin y Giaccometti, hasta Juan Muñoz y más cercano aún Erwin Wurn o Tony Cragg, lo humano remite más a un irrepresentable que a los dictados de la semejanza o copia.

Este querer atrapar lo inhumano en la representación sensible del arte alude a ese arte de lo sublime que tan famoso hiciera en su día Lyotard y que perseguía ni más ni menos que una ecuación, idílica a todas luces, entre lo impensable en el pensamiento y lo impresentable en el arte. Y es que al menos desde hace un siglo el sujeto se comprende desde esta desfundamentación metafísica fundamental: un olvido primigenio del ser, una herencia psicoanalítica basada en el trauma y el terror al otro, son las nuevas formas en que queda consignado la imposible mediación que ya vieron los filósofos idealistas entre necesidad y libertad, entre ser y querer ser. Una nausea, una angustia, un olvido, etc; pero más aún, el deseo de borrar incluso ese olvido, el miedo a no olvidar el olvido. En definitiva, y como salida a ese miedo primigenio, el extermino.

Porque el arte de lo sublime redunda entonces no en el horror, sino en querer borrar el horror: el testimonio de lo impresentable de todo olvido, de toda desfundamentación metafísica pero también ética.


La escultura de lo inhumano es entonces la contraefectuación precisa al ‘no más arte después de Auschwitz’ que proclamara Adorno. Y es que precisamente porque existió, precisamente porque el otro es continuamente alejado de nuestras preocupaciones, porque se prefiere el exterminio a cargar con el peso del olvido, es por lo que se hace necesario un arte que de fe de ese olvido, que testimonio la afrenta.

Pero esta noción de irrepresentable que trata de poner cerco a lo extra del arte, a aquello que no puede ser aprehendido en la experiencia estética –aquello que en última instancia remite a la estética kantiana-, tiene también su doble en la idea de que es justamente ahora, cuando mostración y significación es infinita, cuando no existe en ningún punto reglaje que medie en el juego de las representaciones cuando todo, absolutamente todo, puede ser ‘representado’. Representado entre comillas porque evidentemente no se trata ya de remitir a conceptos tales como mímesis o semejanza, sino porque se trata de una desvinculación, de una disyunción entre los sentidos, de un juego entre la presencia y al ausencia.

En este contexto, lo humano (ir)representable escultórico remite entonces a un ‘entre’, a una fenomenología de la existencia, a una alegoría vital donde el sujeto remite, más que a sus fundamentos yoicos, a esa intencionalidad a la que toda conciencia queda remitida y que se ejercita en relaciones existenciales siempre subjetivas.


Fanny Galera, en esta exposición que hasta el día 18 de enero puede verse en la Galería Arana Poveda, despliega un discurso extremadamente cercano a este contexto de lo alegórico inhumano para dar forma a los sentimientos más íntimos del ser humano. Respiro tus silencios, título de la exposición, nos pone en contacto con la materia que nos da forma: esa pulsión del quererse y el valorarse, del crear y el creer, una introyección previa a toda tematización que nos pone en contacto con ese ámbito preético que funciona como fundamento de toda acción.

Para ello, Galera se sirve de la alegoría de unos labios, que más que susurrar besos nos ponen en la senda de la aceptación, de un querer de corte spinozista que crea según voluntad, de la afirmación dionisiaca del sí sin medida. Y es que es esa desmedida la que necesita ser puesta en obra según esa irrepresentabilidad inhumana de los seres creados por Galera. Los seres desfigurados que como peonzas llenan el espacio no ‘representan’ nada humano, sino más bien ese intersticio donde el dar y el recibir se confunden en una relación, como decimos preética, con aquello que nos excede, que nos sobrepasa por completo: el otro, que siempre como imagen, es el propio yo.

Manos y brazos alargados que ofrecen labios, figuras minúsculas que crean el acontecimiento de la donación, grandes figuras que se entrelazan en la mímica de la pura expresión: Galera despliega de forma perfecta ese ámbito irrepresentable donde habita, más que el olvido, la necesidad existencial del recuerdo, del estar de acuerdo, de no desvincularse de todo lo que quede referido la experiencia humana.

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