UTA BARTH
GALERÍA
ELVIRA GONZÁLEZ: 23/05/2012 - 14/07/2012
Situada
justo en la pared donde más tiempo da el sol, tamizada toda la mímica gestual
por un blanco hiperlumínico, la pintura de Fra
Angelico remite a una fenomenología de lo invisible, ahí donde anida el
misterio mismo de la Encarnación: no se trata de representar, sino de señalar,
de nublar la mirada, de ruborizarse ante el candor de lo no-visible. Antes de
que Vasari dictase la normatividad
de una ciencia que encontraba su objeto de estudio , antes de que el tiempo ejecutase la
sentencia de la Historia, antes –decimos- que todo eso, el tiempo solo supone
un desgarro, un síntoma intangible que perfora la propia mirada en su
imposibilidad de tocar aquello que señala.
Y desde
entonces hasta ahora, no hemos avanzado mucho: una Historia del arte que se
agarra a lo visible, a una adequatio que redunde en una tipología precisa de
narraciones, y un arte que intuye desde el principio -aunque, visto en
perspectiva, no sea tanto una intuición como la imposición violenta que hace
una razón siempre necesitada de hallar fondo bajo sus pies- que su campo de
acción es más bien lo visual: esa problemática acuciante a todo régimen escópico
y que queda anudado tanto en lo que se ve como en lo que no se ve, en lo
visible como en lo invisible.
Si nos
hemos ido hasta aquellos incipientes años del Renacimiento es para señalar la
afinidad de la obra de la fotógrafa alemana Uta Barth con la problemática que desde siempre ha acuciado al
propio devenir del arte. La obra de arte no como adequatio, sino más bien como superficie de exégesis, superficie de
adivinación, como pantalla donde la mirada se pliega a la inconsciencia de lo
visible. En esa reivindicación que ambos hacen de la visualidad frente a la
visibilidad de lo visible, ambos artistas –pese a parecer diametralmente
opuestos- formarían parte de esa otra historia, aquella tanto o más necesaria
que la académica y que se afana por hacer la historia del arte una
fenomenología de las miradas
La base
de las fotografías de Barth es
generar experiencias de percepción, experiencias limítrofes de lo visible. Su trabajo
estaría en la senda de lo que Benjamin
llamó ‘inconsciente óptico’ y que José
Luis Brea definió como ‘actos de ver’: la patente ilación de lo visible con
lo invisible, y la forma política en que cada mirada reordena dicha relación
para estructurar una frontera entre aquello que puede verse y aquello que debe
ser mantenido oculto.
Así su
trabajo es comprendido por la propia artista como una ampliación del registro
fotográfico, como un desplazamiento entre aquello que se ve y aquello otro que
nos muestra la cámara fotográfica. Y es que para ella no existe relación entre
el ojo y la cámara, siendo solo su comparación –y enfrentamiento- lo que da
cuerpo al arte como tal. Y es que es solo así, problematizando el mero y
aparentemente simple acto de ver, como el arte se precipita hacia su propio
hecho fundacional: redirigir la mirada hacia las huellas y rastros de una
memoria inmemorial. Retomando en este punto a la dialéctica de la imagen, si la
cámara atrapa lo visible, sólo el ojo es capaz de enfrentarse a lo visual.
Como la
propia artista dice, “cómo vemos en lugar de lo que vemos”: ese y no otro es la
función de un arte que, lejos de los aires academicistas de una ciencia que
estudia su objeto, se ha de enfrentar al desgarro que supone toda mirada. Porque,
como Fra Angélico, en el mismo acto
de ‘encarnar’, de ‘poner en imagen’ lo indecible de una realidad circundante,
está la crisis que nos da forma: la crisis de una civilización que pretende
cerrar sus síntomas en la fantasmagoría de la representación
La alusión
que hace a figuras como la de Mondrian
enfatiza el carácter utópico que siempre ha caracterizado al arte. Porque la
ficción, el trabajo propio del arte, apunta siempre a generar la posibilidad de
lo imposible, a intersecar la lógica de los hechos y la lógica propia de las
ficciones, de lo invisible a la vista para anticipar el futuro en una utopía
global. Si las vanguardias querían ver detrás del devenir histórico una realidad
última y trascendente, ahora, ahora que ya sabemos que no existe ninguna utopía
detrás del sol, las problemáticas, si bien han cambiado de contexto, no han
cambiado de fin.
En definitiva,
es que le estamos dando vueltas siempre a lo mismo: representar lo irrepresentable,
detener lo imposible, el tiempo, la luz, la vida….
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