jueves, 8 de enero de 2015

07/01 PARÍS: SOBRE LA MUERTE RETRASMITIDA EN PRIME TIME


“Quien rechaza la imagen, rechaza la economía”
Niceforo

Este texto es una interpretación al atentado de ayer en París desde el punto de vista de la política de las imágenes. En este texto falta una imagen, aquella que sirve de detonante al propio texto. Es la imagen que todos hemos visto.

No, no hemos visto las imágenes. Pero nos las han contado: uno de los terroristas, al salir ya de la redacción del Charlie Hebdo, se encuentra con un policía herido tirado en el suelo. Acercándose a él, le remata sin contemplaciones. Y si nos lo han contado, si sabemos que hay imágenes, es porque los medios de comunicación occidentales, con el prurito de esa misma  libertad de expresión que ostentan con una monocorde languidez nada inocente, nos la han dado a ver y a consumir.
Nos las han ofrecido pero, eso sí, con la típica aséptica pátina de morfina: pixelando la imagen, difuminándola convenientemente para que pase mejor, para que nos demos cuenta de lo modernos y bien desarrollados que son nuestros dispositivos mediáticos: para que nos demos cuenta de lo bien civilizados que estamos, para que nada sospechemos.
            Quizá exagere; quizá no sea sino una simple anécdota dentro de lo trágico de un día como el de ayer; quizá, incluso, estemos totalmente confundidos. Pero por muchos ‘quizás’ que pongamos lo cierto es que esas imágenes son el epicentro de todo el problema –ya casi insoluble– entre Oriente y Occidente cuya punta de lanza es el terrorismo yihadista.
            Tal salvajada, la de unos asesinando y la de otros enseñando lo innecesario, señala el núcleo de la cuestión: la imagen. Porque por mucho que se mire, se estudie o se indague, no hay más economía que la de las imágenes, no hay más ideología que la que es capaz de destilar la capacidad autoproductiva e inmanente de la imagen.


En definitiva: muchas son las interpretaciones a la salvajada de ayer, muchos los porqués, muchos los expertos que hablan y debaten sobre las razones acerca de lo irracional del asesinato. Pero desde aquí, desde este blog dedicado a la crítica cultural y de arte (crítica, de un modo u otro, a la producción y distribución de imágenes) sostenemos que la brecha que separa a unos de otros, la frontera que separa el “aquí” del “allí”, es efecto producido por la economía mediática de la imagen y el nivel de desarrollo ideológico que la sustenta.
            Es la imagen, producida a diferentes niveles, la que oculta lo fundamental: que la separación actual entre el aquí y el allí es una construcción ideológica y mediáticamente sostenida. Es decir: no hace falta haberse leído la obra completa de Zizek (ni de otros muchos filósofos y politólogos) para darse cuenta que el tan traído “choque de civilizaciones” no es sino un concepto ideológicamente construido para ocultar el hecho original: que ellos y nosotros, oriente y occidente, formamos parte de un mismo y único régimen ideológico: el capitalismo global.
            Ambas parcelas, por tanto, forman parte de un mismo campo ideológico pero operando a velocidades tan diferentes que una de ellas no es sino el envés fantasmático de la otra: una ha llegado a hacer de toda realidad un único campo visual –llegando al límite de que lo que hay es lo que se ve– mientras que la otra permanece como invisibilidad.
El problema es que si desde siempre ha existido un diferente proceder en referencia a las mecánicas de producción de imágenes, es desde que Occidente entró en la última fase del capitalismo (el inmaterial) que la brecha se ha hecho ya insalvable. Haciendo de la realidad una imagen-mundo absoluta, haciendo de todo campo escópico una pantalla hiperplana donde las imágenes fluctúan en una membrana infrafina donde el lapso de tiempo entre su producción y su exhibición es cero, Occidente ha conseguido lo imposible: simular (pues todo es ya simulacro) ideológicamente que vive en una esfericidad escópica absoluta, donde no hay resquicio alguno para ámbitos de invisibilidad, donde todo es ya visto y, por ende, conocido.
            Para tal fin, trasparencia y seguridad son ambos los dos polos desde donde la ideología mediática del capital funciona para ocultar la brecha fundacional entre unos y otros, entre el aquí y el allí.


En esta situación el problema no es que Mahoma no pueda ser representado en el mundo islámico y que se molesten cuando desde aquí es caricaturizado: el problema es que, según nuestro nivel de economía mediática, cualquier imagen vale tanto como cualquier otra, cualquier imagen puede estar en sustitución de cualquier otra. Es decir, para nosotros –y eso es lo fundamental– la imagen de Mahoma ha llegado, como cualquier otra imagen, a valer nada.  
Así, en definitiva, no existe punto de anclaje entre un mundo y otro. No hay medida común alguna. Pero, siendo esto cierto, lo fundamental es redirigir la mirada para no centrar el problema en una cuestión de “democracias” y “libertades”.  Porque, ¿no será que la democracia, la ideología democracia, esa que se ha convertido en leitmotiv panavisionario en la era post-89, necesita de estas diatribas para fluir más rápido, para acaparar cada vez más ámbitos de los mundos de la vida? Y es que la razón occidental funciona siempre así (y ya tenemos una edad para saberlo): polarizándose frente al otro, estigmatizándole y, más tarde, exterminándole.
Todo exterminio es una guerra por las imágenes, una lucha a muerte por ver lo que hay que ver. La razón occidental se ha convertido en poderosa porque iguala todas las miradas, porque incluso la visión de la catástrofe le es querida. Olvidar el olvido; ver lo invisible. Mismas ecuaciones para un mismo poder exterminador.
Obviamente, mucho más se podría comentar. Pero dicho lo fundamental, las imágenes del policía asesinado casi en directo hay que entenderlas como lo que son: no van en la onda ni de aumentar nuestra indignación ni tampoco de rasgarnos torpemente las vestiduras acerca de lo exhibicionista y antimoral de tal difusión o de sostener que es más necesario que nunca un acercamiento y un diálogo.
La emisión de tales imágenes nos señalan el punto fundamental de nuestra ideología: que creamos una cosa u otra, nos indignemos ante el terror de los asesinos o ante la falta de ética mediática, las imágenes están ahí, en nuestra pantalla para que no olvidemos en qué lado estamos, para aprovechar el asesinato y subrayar un pelín más la fractura entre ellos y nosotros. Es decir: para implementa un nivel más el poder ideológico que nos tiene ocupados frente a la pantalla esperando lo que a este paso parece cada vez más cerca: la Catástrofe.
Ante la atroz barbarie de ayer las peguntas rebotan unas con otras: ¿qué hacer? Aunque no lo sabemos lo que sí que es cierto es que se hace absolutamente necesario el no partir de posiciones ideológicamente inocentes: y, antes que nada, pensar que no hay ninguna imagen inocente, ni las de aquí ni las de allí.

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