ANISH KAPOOR: SHADOWS
GALERÍA LA CAJA NEGRA: hasta 12/01/13
Que la
historia nos enseñe que después de ellos vino una “llamada la orden”, es razón
más que suficiente para comprender que la razón eficiente se alzó con sus
ansias de aniquilación: el nuevo orden como intervalo donde el nuevo
capitalismo tomase la forma deseable, donde –una vez dado por válido dicho
orden-, las cosas respirasen en espera de la siguiente aceleración del sistema.
Y así
andamos, de latigazo en latigazo y el arte siguiéndole la pista a un capital
que, se mire por donde se mire, se escapa inocente favorecido por las nuevas
máquinas-dispositivo que él mismo crea. Así, la lucha por la conquista del otro
lado del lienzo ha terminado en una derrota colosal para las estéticas de la
resistencia. La lucha antiburguesa de los dadaísmos, la lucha antiracional de
los surealistas, la lucha antimoderna de los neoplasticismos, etc: la
mezcla y batiburrilo balbuceante de un mundo que se despañaba sin aún saberlo
vino a concretar que no hay salida.
Hoy en día por tanto, -y ahí quizá resida la fuerza del parallax
con que Hal Foster interpreta a las vanguardias- se sabe que toda
lucha ha de darse aquí y ahora, que todo se juega en la inmanencia de un juego
de espejos y de poderes dónde el espectáculo es el enemigo público
número uno al tiempo que nuestro mejor postor. Que se lo digan si no a Anish
Kapoor, figura figurísima del panorama internacional, y cuya carrera nace y
muere en el trabajo que lleva a cabo adaptando los antagonmismos de siempre a
la nueva inmaterialidad de lo inmanente. Bajar las pretensiones de
transcendentalidad y de resistencia, hacer de la forma el tope al que se puede
someter una visibilidad siempre concentrada en lo mundano. Si Kapoor nos
invita a buscar no el significado, sino el sentido de las cosas, hay que añadir
que ese sentido está siempre y en caso aquí entre nosotros.
Su obra polariza nuestras experiencias dandonos a probar
aquello mismo que ya hemos perdido: una filosofía que trata de superar la
ya-dado, una visibilidad que se rasga ante lo invisible. El juego de Kapoor
es saber lo que no somos, lo que hemos renunciado a ser, la consigna de que
auqneu no haya salida nuestron trauam es querer seguri jugando. Quizá su
procedencia hindú le haya permitido no solo intuirlo sino también darle forma.
Sus trabajos nos deberían de sonar a broma pesada y sin
embargo nos fascinan: “el vacío no es el silencio”, dice. ¿Hay algo más
impropio de nuestar civilización que unas palabras como esas? El tiempo y el espacio como aperturas a la creatividad,
como categorías difuminadas a través de la experiencia estética. Donde todo se
juega en el isntante del ‘aparecer’, donde ya ni siqueira hay tiemopo para el
ser, Kapoor nos ofrece el escándalo de querer “llegar a ser”.
Pero la "patochada" va más lejos: "al
final, hablo de mí mismo. Y
pienso acerca de no hacer nada, lo cual lo veo como un vacío. Pero entonces
sucede algo, incluso aunque realmente no sea nada” -aunque sea realmente la
nada, le cabría decir. Así pues, mientras decidimos qué hacer con nuestras
miserias, mientras nos loamos de todo lo conseguido, el trabajo de Kapoor
es el de proponernos vías alternativas de experiencia, formas donde nuestras
bien aprendidas cuatro verdades se enfrenten a una vibración ya desterrada: el
límite de un sublime, un no-ver que se zafa de ver. En silencio, mientras
repudiamos, todos a una, tanto este mundo circunspecto como las experecnias que
nos llegan vía arte, Kapoor nos ofrece precisamente aquello que queremos
olvidar: que no somos tan planos, que el imperio del presente no nos satisface
tanto como habíamos creído.
En un mundo unidimensional, preocuapdo en las
interconectividades a nivel virtual, donde el acto precede a la potencia y la
inmanencia toca fondo con el fin de las utopías, cierto arte saca partido del
cinismo reinante para operar una fisura en la ideología postmoderna proponiendo
experiencias que, según la ideología imperante, no serían más que rescoldos de
nuestra vida pasada. ¿Su belleza? Apelar a un sublime donde el olvido ha echo
caja y la nada es omnipotente.
Muy interesante
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