NURIA
FUSTER: CUANDO EL FUEGO APAGA EL HURACÁN
GALERÍA
MARTA CERVERA: 20/10/15-21/11/15
Si Kant hizo remitir lo bello a una
finalidad sin fin que solo se daba en el objeto artístico, no tardó mucho en
descubrirse una vis dialéctica, un poso de efecto disensual en semejante
categorización teleológica. Es decir, el gusto, la belleza, la finalidad sin
fin, lleva implícita una determinada posibilidad de satisfacción: en suma, una
política.
Adorno, como era de esperar, lo dice mejor y
–contra lo que pudiera parecer– en menos palabras: “la total ausencia de finalidad
desautoriza la totalidad de los fines en el mundo del dominio, y sólo en virtud
de tal negación, que lo existente introduce en su propio principio racional
como una consecuencia suya, la sociedad existente ha ido cobrando hasta
nuestros días coincidencia de otra sociedad posible”.
Pero, claro está,
para ello es menester trasmutar el efecto catártico de la contemplación: no ya
contemplación de lo bello en sí mismo –como formando parte de una comunidad
bien precisa, encantada de conocerse y de convenir lo preciso de ciertas
tonalidades malva– sino apostar por una contemplación como huella de la promesa
de felicidad con la que cargaban y de la que, en el mejor de los casos, ya no
queda nada.
Esto, que hará un par
de décadas pudiera haberse comprendido como una boutade de tinte
baudrillardiano en cercanía con la ironía del objeto que se burla de nosotros,
ahora, no ya empobrecidos con un fetichismo mercantil sino atrapados en una
lógica hipertecnológica donde no somos nada sin nuestro gadjet a mano, hacer de la contemplación una actitud crítica parece
camino seguro para ser fiel al destino del arte.
Situándose en esta
falta de finalidad objetiva frente a un objeto que se escapa de su valor de
uso, el trabajo de Nuria Fuster
(Alcoi, 1978) ha despuntado en los últimos años comprendiéndose –al menos para
algunos– como una más que capaz escultura de la post-desmaterialización. Si la
pregunta por la escultura contemporánea tiene en lo informe, lo siniestro y el
fuera de marco sus senderos seguros, Fuster
se arriesga para dislocar los preceptos clásicos de la escultura y traducir su
lógica implícita a los nuevos tiempos de la supra-objetividad.
Porque, ¿qué sentido
una escultura más?, ¿qué hay que rememorar?, ¿de qué acontecimiento hacer
memorial? Glosando un genial artículo de José
Luis Pardo, las esculturas de Fuster
son las esculturas de los que no somos nadie, de los que nunca hemos tenido
nada que celebrar ni acontecimiento que llevarnos a la boca. Y, precisamente
por eso, son esculturas para todos, para una nueva comunidad.
Pero, ¿qué sujetos
forman esa comunidad? Es –y aquí volvemos al principio de este texto– en la
contemplación reactualizada de esta mera materialidad objetiva, en la red de sentidos
diseminados que genera donde el espejo nos devuelve nuestra verdadera
identidad: vagabundos errantes, conglomerado de flujos divergentes, efímeros juegos
de sensaciones.
De ahí que el azar,
lo inesperado o lo aparentemente inacabado sean herramientas con las que la
artista trabaja para explorar nuestras identidades pasajeras. Y de ahí,
también, que lo efímero y lo procesual tengan un lugar predominante en su obra:
nada es sino que todo está en camino, en devenir.
Haciendo pie en una
hermenéutica (existencial) las obras de Fuster
nos indican que no ya solo la comprensión es un complejo proceso de ida y
vuelta (el famoso círculo hermenéutico) sino que la precomprensión –el estar
destinados a preguntarnos por el ser, el estar abiertos a la pregunta por el
ser– no es tal y como pensábamos que era. No ya un ser bien cerradito en sus
formas, sino más bien un agujero negro, una pregunta que se esfuma, una lógica
causal inoperante y disfuncional.
Si el pensamiento
está preso en una lógica implementada ideológicamente, el trabajo de Fuster trata de crear fugas,
desequilibrios entre lo que se espera y lo que se ofrece, entre lo contemplado
y el supuesto placer, entre la causalidad y la finalidad sin fin. En
definitiva: esperar lo inesperado de un mundo mejor.
Más sobre Nuria Fuster: exposición "Don Quijote también esculpe en el aire" (2012)
buen camino hacia la conjura, enhorabona, domingo
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